martes, 24 de marzo de 2015

Son firmas para proteger a los que firman y a los que no también


Toda revolución social verdadera tiene entre sus objetivos esenciales la liberación, en el mismo acto, tanto del oprimido como del opresor, pues si bien se dirige principalmente a romper las cadenas que atan a la mayoría del pueblo, como efecto agregado también se libera a las clases dominantes de su papel reaccionario ante la historia y ante la humanidad vista como un todo. En ese sentido, toda revolución verdadera es en esencia un acto de amor por la humanidad.

Desde hace diecisiete años en Venezuela estamos haciendo una revolución social en la que ese amor por el ser humano se expresa como efecto directo de la acción dirigida a mejorar las condiciones de vida de las masas del pueblo, históricamente excluidas y maltratadas por el capitalismo que se apoderó de este país en los últimos siglos, independientemente de que parte de esas masas en determinados momentos puedan alinearse con los propósitos reaccionarios de las clases opresoras. Eso sin dejar de tener en cuenta que, como efecto añadido de la política social revolucionaria, la clase capitalista venezolana, dicho sea de paso rentística y parasitaria, se ha visto más que beneficiada mediante la captación de la bonanza económica surgida de la redistribución cada vez más justa del ingreso nacional impulsada por el gobierno socialista.

En Venezuela todo el mundo sabe que no todos los que se alfabetizaron y completaron estudios básicos en la Misión Róbinson I y II son chavistas; que no todo el que cursó o cursa el bachillerato en la Misión Ribas es chavista; que no todo el que se ha graduado o actualmente estudia una carrera universitaria en Misión Sucre es chavista; que no todo el que se atiende en la Misión Barrio Adentro, ya sea en los módulos populares de atención primaria, en los CDI o los SRI, es chavista; que no es necesariamente chavista todo el que compra en mercal, a los que muchas veces los oímos despotricando de la revolución en la cola, pero bien que les cae el subsidio en los productos que compran; que no todos los que reciben su casa de la Gran Misión Vivienda Venezuela son chavistas, y así, por donde nos metamos encontramos la gran obra de la revolución beneficiando tanto a chavistas como a opositores, y no pocas veces hasta opositores pertenecientes a las clases explotadoras de este país.

Pasa lo mismo con las firmas que actualmente se recogen para exigirle a Obama que derogue el decreto con el que pretende justificar las posteriores agresiones políticas, económicas, tecnológicas y militares que se le puedan ocurrir al imperio norteamericano. Porque esas firmas, que recogen la dignidad de la patria de Bolívar, así como la dignidad de los pueblos del mundo, servirán para frenar la pretensión que tiene el imperio de agredirnos, y con ello proteger de la calamidad de la guerra a todos los venezolanos y las venezolanas, tanto a los que hoy se plantan firmes ante el imperio más poderoso, agresivo y cruel de la historia, como a aquellos y aquellas que se cubren con la deshonra de guardar un silencio cómplice ante las pretensiones invasoras del imperio.

A las dignas y dignos venezolanos, que amamos tanto esta patria que somos capaces de anteponer ese amor a cualquier preferencia política, nos toca la misión de evitar que venga sobre nuestro país la guerra imperialista; de impedir con nuestras firmas, y las del mundo entero, que la paz de Venezuela sea profanada por las bombas yanquis o mercenarias, las cuales no harían distinción entre patriotas dignos y traidores, causando estragos por igual entre unos y otros. Pero si la locura imperialista se vuelve a imponer como ocurrió con Irak, Afganistán, Libia, Ucrania y Siria, pues nos tocará derrotarla en las calles, en las sabanas, en las montañas y a todo lo largo de nuestro sagrado suelo patrio. Ahí verán los que hoy se abstienen de firmar contra el decreto de Obama, que el imperialismo existe y que es realmente cruel; ahí se arrepentirían de no haber dicho a tiempo ¡Obama, deroga el Decreto Ya!

domingo, 15 de marzo de 2015

El Imperialismo no es Invencible


Efectivamente, desde el siglo XX la humanidad viene presenciando hazañas de pueblos que contando con dirigencias patriotas y consustanciadas con los anhelos de sus mayorías nacionales, han podido hacer frente de manera victoriosa al imperialismo norteamericano y sus alianzas con otros imperialismos menores, en su perenne afán de controlar las naciones del mundo para explotar sus recursos.
Y aunque desde 1775 hasta nuestros días se le cuentan no menos de ochenta intervenciones entre directas e indirectas en todo el mundo, y eso teniendo en cuenta solo las que quedaron comprobadas debido a la desclasificación de documentos del propio gobierno norteamericano, señalando una amplia experiencia de intervencionismo victorioso, no es menos cierto que también han sufrido derrotas estrepitosas a lo largo de esa historia injerencista.
Destacan entre esas derrotas propinadas al imperialismo norteamericano la del ejercito popular chino a finales de la década de los 50 del siglo pasado, que dio pie al triunfo de la Revolución Socialista China, así como la de Playa Girón en 1961, cuando en menos de 65 horas el pueblo y el gobierno cubano derrotaron una acción dirigida a doblegar a la Revolución Cubana, para arrebatarle el poder político y colocar, como en el pasado, a sus títeres frente al gobierno. Ni hablar de los casi 60 años de lucha victoriosa del pueblo cubano, sabiendo mantener a raya las pretensiones norteamericanas de derrocar el modelo socialista que, bajo el liderazgo de Fidel y Raúl, dicho pueblo supo darse.
Otro ejemplo de pueblo que contó con una dirigencia comprometida con su defensa fue el vietnamita durante las décadas de los 60-70 del siglo XX, logrando derrotar al imperialismo norteamericano que corrió en rescate del también derrotado imperialismo francés. Muy dura prueba, por cierto, que costó la vida a más de cinco millones de personas debido a la crueldad e inmisericordia con que EEUU bombardeó, icluidas armas químicas, a la población de Vietnam, la cual supo resistir bajo el liderazgo de Ho Chi Minh, entre otros.
Vale la pena recordar el caso de Nicaragua, donde la Revolución Sandinista que llegó al poder tras derrocar a la tiranía de los Somoza, aliada de los Estado Unidos, fue asediada durante diez años mediante guerra económica, política y militar, causando que en 1990 los sandinistas perdieran las elecciones presidenciales frente a una coalición que agrupaba a la mayoría de las fuerzas opositoras al FSLN, dirigida por Violeta Barrios de Chamorro y apoyada por EEUU. Digo que vale la pena recordar este caso porque nos muestra que el imperialismo repite las recetas, y aquella aplicada a la Nicaragua de los 80 del siglo pasado y previamente ensayada contra el Chile de Allende, se le pretende aplicar actualmente a Venezuela. Pero también nos enseña que la Derecha política no gobierna para los pueblos, como se evidenció en Nicaragua luego de la derrota de los sandinistas, puesto que los principales logros sociales de la revolución fueron revertidos mediante políticas neoliberales que empobrecieron nuevamente a las mayorías, y el pueblo nicaragüense después de 16 años, esta vez a través del voto, volvió a colocar a Daniel Ortega y al Frente Sandinista de Liberación Nacional en la Presidencia de la República de esa nación, para retomar la ruta de la justicia social por la vía del socialismo.
En conclusión; el imperialismo norteamericano no es invencible. La lucha victoriosa de muchos pueblos lo ha demostrado, sobre todo cuando esos pueblos se levantan unidos y guiados por líderes comprometidos con los intereses de las mayorías nacionales, como fue Chávez y como lo es Maduro, saben decir a los imperialistas ¡No Pasarán!, ¡Venezuela se Respeta!, ¡No Volverán!, y cumplirlo.