jueves, 28 de octubre de 2010

El Estado, las Relaciones Sociales de Producción y el Socialismo Bolivariano

Partiendo de reconocer como un hecho histórico que toda forma de sociedad desarrolla una base material para su subsistencia, la cual a su vez, producto de las relaciones que en el proceso productivo establecen los seres humanos que conforman dicha sociedad, termina reproduciendo las condiciones subjetivas que permiten que generación tras generación tengan preeminencia los mismos valores sociales que le dan cohesión al modelo de sociedad, determinando una tendencia a la perpetuación, vale la pena entonces ubicar teóricamente la forma en que se relacionan la sociedad, las relaciones sociales de producción inherentes a ella y los valores sociales que le dan cohesión.      

            En sentido weberiano, por relación social debe entenderse una conducta plural recíprocamente referida en términos de que encierra determinado sentido, que es percibido por los individuos sociales y en función  del cual se orienta la referida conducta, ya sea que el sentido de la conducta sea percibido por los partícipes de la relación social de la misma forma o de manera diversa y  hasta contradictoria.  Desde esta perspectiva, basta con “la probabilidad de que una forma determinada de conducta social, de carácter recíproco por su sentido, haya existido, exista o pueda existir” (Weber, 2005: 22).

            Cuando los diferentes actores de una relación social le dan el mismo sentido, en función de lo cual adoptan una actitud similar uno respecto del otro estamos frente a una relación “objetivamente bilateral” pero cuando los actuantes en la relación social perciben en ella distinto sentido se configura entre ellos una conducta completamente diferente y hasta antagónica, lo que nos ubica frente a una relación “objetivamente unilateral”, si bien no deja de estar recíprocamente referida ya que cada “actor presupone una determinada conducta de su contrario frente a él y en esa expectativa orienta su conducta” (Weber, 2005: 22).

            En este sentido, la sociedad, que en sí misma es una relación social pues implica una conducta recíprocamente referida de acuerdo a lo dicho anteriormente, comporta un entramado de relaciones sociales que abarca todos los ámbitos de la vida en colectivo.  Uno de ellos, el que nos interesa a los efectos del presente trabajo de investigación, es el económico en tanto que base de la vida material de la sociedad, que desde la perspectiva de la tradición marxista es determinante en última instancia en la configuración del tipo de sociedad de que se trate.

            Así lo expresó Marx al referir que los seres humanos en el proceso productivo establecen entre ellos relaciones económicas  que están determinadas por el lugar que ocupa cada cual en el proceso productivo (Marx, 1957) de acuerdo, a su vez, con la relación del sujeto “que trabaja (que produce o se autorreproduce) con las condiciones de su producción o reproducción en tanto que pertenecientes a él” (Luckács, cit.  por Mészáros, 2001:610-611) o no, y que esas relaciones, denominadas relaciones sociales de producción, se corresponden con determinado nivel de desarrollo de las fuerzas productivas con que cuenta la sociedad.

            También en Gramsci (1971:46) encontramos referencia confirmatoria en esta dirección cuando, al tiempo que señala que la vinculación entre las relaciones sociales de producción y el tipo de sociedad no es ni automática ni unidireccionalmente determinante y define la relación dialéctica entre estructura (base material de la sociedad constituida por las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas) y superestructura (constituida por la sociedad civil y la sociedad política) a través del concepto de Bloque Histórico, no deja de reconocer que la primera impone límites a la segunda en el sentido de que la organicidad del vínculo estructura-superestructura consiste en que los elementos y la evolución superestructurales, en cualquier sociedad, corresponden a un grado determinado de desarrollo de las fuerzas productivas, si bien dicha evolución también es obra de los “administradores de la superestructura”.

            Esta visión nos permite ubicar históricamente al capitalismo como forma de organización de la sociedad que comporta un bloque histórico donde la sociedad civil –entendida por Marx como las clases sociales y por Gramsci como complejo superestructural de las “organizaciones llamadas privadas” y como terreno de arraigo de la ideología de la clase dominante– es hegemonizada por la clase propietaria de los medios de producción y esa hegemonía le permite extender la dirección de la economía a la dirección del resto de las relaciones sociales, la sociedad política –entendida por Gramsci como la parte de la superestructura que ejerce funciones de dominación[1] a través de los aparatos políticos, jurídicos y militares del estado– administra el estado en función de salvaguardar los intereses de la clase hegemónica, y la estructura de la sociedad está determinada por una relación social conocida como “capital”.

            Como relación social de producción el capital consiste en la conjugación, por un lado de la propiedad privada sobre los medios de producción por parte de una clase social minoritaria y, por el otro, de la sola posesión de fuerza de trabajo por parte de la gran mayoría de la sociedad.  Esta fuerza de trabajo es necesaria para poner en movimiento los medios de producción y en virtud de ello la mayoría de la sociedad, que queda convertida entonces en clase trabajadora se la vende a los propietarios a cambio de una remuneración, en función de lo cual se configura, aguas abajo, otras relaciones sociales como el salario, la plusvalía (ganancia), entre otras, las cuales encierran la confrontación de intereses entre las clases sociales involucradas en las mencionadas relaciones sociales.

            Esta confrontación resulta irreconciliable por el carácter antagónico de los intereses que están en conflicto.  Por ejemplo, el propietario de unos medios de producción tiene la expectativa de obtener la mayor ganancia posible por la activación de sus medios y ello se logra a costa de la expectativa del trabajador que aplica su fuerza de trabajo sobre dichos medios e instrumentos de trabajo, de obtener por la venta de su fuerza de trabajo el mayor pago posible.  Tenemos entonces los dos polos de la principal contradicción del sistema capitalista de producción; por un lado el capital, que cuenta con la hegemonía superestructural de la clase social que lo detenta sobre la sociedad civil y política, lo que le permite legitimar y legalizar su hegemonía también en la estructura, y por el otro, el trabajo, que al no contar con mecanismos de dominación a su favor se ve sometida de hecho y de derecho a los intereses de la clases social que le es antagónica en cuanto a intereses se refiere, quedándole, no obstante el recurso de la lucha en pos de sus propios intereses  –tal como a través de la lucha, unas  veces violenta y otras pacífica, la clase dominante impuso su voluntad–, como elemento esencial característico de su práctica social, es decir, de su forma permanente de relacionarse (Weber, 2005:31), tanto con la otra clase (la clase capitalista) como con sus condiciones de producción.

            Ahora bien, he dicho que la estructura de la sociedad capitalista está, digámoslo así, gobernada por la preeminencia del capital como relación social determinante, pero ésta a su vez tiene su origen y su base jurídica en una relación que es anterior. Me refiero a la propiedad privada sobre los medios de producción.  Esta relación social de producción, que también fue el sustento estructural de las sociedades esclavista y feudal, justamente por su condición de causa estructural de todas las formaciones económico-sociales basadas en la explotación socioeconómica y de la división misma de la sociedad en clases sociales con intereses antagónicos, es la que debe ser erradicada si se quiere dar el salto evolutivo hacia una sociedad basada en relaciones sociales de solidaridad, reciprocidad de sentido y concurrencia socioeconómica.

            Resulta obvia la necesidad lógica de instrumentar la propiedad social sobre los medios de producción, como forma de activar la lucha y selección de las relaciones sociales en los términos planteados por Weber, según los cuales determinada clase de acción es desplazada en el curso del tiempo por otra,  ya sea porque la acción humana esté dirigida conscientemente a estorbarla, impidiendo su surgimiento y/o subsistencia, mientras favorece la subsistencia de la que se pretende erigir en su lugar, o sea porque el surgimiento y desarrollo de la nueva acción –en este caso la propiedad social entendida como relación social– “y sus condiciones determinantes de toda índole tengan como consecuencia accesoria, el hecho de que determinadas relaciones disminuyan progresivamente sus probabilidades de persistencia o de nueva formación” (Weber, 2005:33).  Por supuesto, asumiendo que esta lucha y selección de relaciones sociales se desarrolla, tal como lo advirtió el autor citado, de acuerdo a la fortaleza y adaptabilidad de las mismas.  Cabe señalar al respecto que la propiedad social sobre los medios de producción es una relación social recíproca e cuanto todos los involucrados asumen el mismo papel de propietario en función de lo cual existen condiciones objetivas para que al percibirse el mismo sentido los actores asuman una actitud similar o, en términos weberianos, objetivamente bilateral.

            Así como, la propiedad privada de los medios de producción ha servido de soporte a las sociedades divididas en clases, la propiedad social sobre ellos debe convertirse en sustento material de estructuración de una sociedad sin divisiones de clase, en la que queden definitivamente suprimidas las luchas de intereses antagónicos entre grupos de la población debido a la supresión de la explotación socioeconómica.  Ello, a su vez, implica la sustitución de los mecanismos del metabolismo social del capitalismo a través de los que se instrumenta dicha explotación, como por ejemplo la plusvalía, conocida también como tasa de explotación socioeconómica, entendida por esta, la diferencia entre la riqueza producida por un trabajador y lo que se le paga por su fuerza de trabajo.  Esta relación social de producción (la explotación socioeconómica), que en el capitalismo se materializa a través del salario, debe ser sustituida por una nueva relación en la que el excedente de riqueza social en relación con la satisfacción de las necesidades de los propios productores, sea socialmente apropiado y distribuido con miras a la satisfacción de las necesidades de toda la sociedad.

            En el capitalismo el excedente de producción es apropiado, en virtud de las prerrogativas que otorga el derecho de propiedad, en forma privada y distribuido de acuerdo a mecanismos de mercado que dejan por fuera de la posibilidad de adquisición a aquellos que no tienen recursos monetarios para ello, por lo cual se evidencia que la producción no se realiza sino con miras a la obtención de ganancias.  Esto genera una contradicción entre la creciente capacidad de producción de la sociedad y las necesidades no cubiertas de amplios sectores de la misma.

            Ahora se trata, no de que los productores individuales se apropien directamente de la totalidad de la riqueza que producen, el producto íntegro del trabajo, sino de que, deducida la parte necesaria para la satisfacción de sus necesidades  materiales y espirituales (y de su familia), esa riqueza sea apropiada por parte del conjunto de la sociedad y distribuida en función de ello.

            Por supuesto, aquí surge un problema teórico-práctico relacionado con la proporción ideal en que se divide lo que corresponde al productor particular para satisfacción de sus necesidades y lo que corresponde a la sociedad.  En el capitalismo ello se resuelva a través del establecimiento de una tasa de explotación que signifique para el capitalista la mayor ganancia y para el trabajador, lo indispensable para reproducir las condiciones de existencia que permitan que a diario necesite vender su fuerza de trabajo.

            Esta categoría, expresión teórica  de la tasa de explotación o plusvalía, hasta donde sabemos no tiene su contraparte en la teoría existente sobre el socialismo.  En el capitalismo, por lo general el trabajador desconoce el grado de explotación al que se encuentra sometido, es decir, desconoce la tasa de explotación, la diferencia entre lo que produce y lo que devenga por ello.  En función de lo dicho se propone sustituir esa relación social por otra que signifique el pleno conocimiento del productor del coeficiente o las cuotas correspondientes a él y a la sociedad, que deben ser decididas con la participación de los trabajadores partiendo del cálculo económico y con la orientación de alcanzar el máximo de satisfacción posible de sus necesidades sin que ello entre en contradicción con la cobertura eficiente de las necesidades de toda la sociedad, o en palabras de Massip Santo Tomás “el valor agregado debe ser apropiado, en proporciones determinadas a priori, por sus dueños: el colectivo laboral y el Estado” (2005:97).  Así mismo se propone designar la categoría que exprese esta nueva relación social con el nombre de tasa de plus trabajo aportado a la sociedad la cual será reflejo del grado de conciencia del deber social adquirido por los ciudadanos.

            El grado de conciencia del deber social significa, a su vez, que los colectivos laborales, conociendo la dependencia tanto de la magnitud del fondo de salario como del fondo de consumo social, respecto de la magnitud del valor agregado (riqueza social creada) deben estar interesados en que este último crezca lo más posible, pues ello redundaría en beneficio tanto de la sociedad en su conjunto como de los individuos sociales. Las consecuencias de esta forma de relacionamiento social de los individuos, tanto entre ellos como con sus condiciones de producción y reproducción, en el plano superestructural son lógicamente evidentes, ya que al tiempo que convierte a todos los ciudadanos en propietarios de los medios de producción, suprimiendo así las contradicciones de clases, suprime a su vez la hegemonización de la sociedad civil por parte de una minoría en detrimento de las mayorías.  Por supuesto que todo esto debe ser antecedido por el control del conjunto de la sociedad sobre la sociedad política, es decir sobre los aparatos del estado a fin de apalancar desde allí los cambios, así en la estructura como en la superestructura, quedando en evidencia la vigencia y validez del concepto gramsciano del bloque histórico.

            Ahora bien, se ha dejado sentado que para realizar las transformaciones dirigidas a la implantación de una sociedad socialista, en los ámbitos estructurales y superestructurales es necesario el control del Estado para, desde sus aparatos de dominación apalancar y legitimar esos cambios.  Esta afirmación y su necesidad como acontecimiento es el resultado lógico de la conceptualización del Estado y de su función en la sociedad desde su surgimiento.  Por ejemplo en Engels encontramos que el Estado es:

… un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del "orden". Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado. (2000:100)

            Criterio en el que no dista mucho de Weber (2005) quien lo entiende como un “instituto político” o asociación de dominio institucional que mantiene en el ámbito geográfico bajo su control, el monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden existente, es decir, un instrumento de dominio que reúne a tal fin los medios materiales de explotación en manos de sus directores, similar a la “sociedad política” según Gramsci.  Solo difieren nuestros dos autores en que Weber considera que el Estado moderno al colocar los medios materiales de explotación, entiéndase de dominio o coerción, en manos de lo que él llama “sus directores” debió expropiárselos a los “funcionarios de clase autónomos” colocándose a sí mismo en la cima suprema, o en otras palabras, que la directores del Estado, llamados por Gramsci sociedad política, expropiaron los medios materiales de explotación a la sociedad civil hegemonizada por la clase dominante colocando al Estado por encima de la sociedad y sus contradicciones de clases.

            Al contrario, Engels afirma que el Estado sólo aparentemente está situado como poder por encima de la sociedad, y ello se desprende del análisis de su función de mantenimiento del orden vigente, reconocida por el propio Weber, donde los beneficiados son justamente los miembros de esa clase a la que supuestamente el Estado expropió de los medios materiales de explotación, que ven legitimado por éste el orden que les permite seguir hegemonizando la sociedad civil y el régimen de producción.  Vale acotar que, si bien es cierto en el Estado moderno los medios de dominación política no pertenecen formalmente a una clase social dominante como ocurría en el estado feudal y en el esclavista, no se puede ignorar los mecanismos con que la clase hegemónica logra, en términos de Gramsci, extender la dirección de la economía a la dirección del resto de las relaciones sociales, en virtud de lo cual termina imponiendo a la sociedad política la defensa y preservación de sus intereses.

            En esa misma dirección Lenin vio en el Estado “el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase” (1975:5).  A su vez, para Gramsci el Estado incluye a la sociedad civil y a la sociedad política, donde esta última representa el momento de ejercicio la fuerza coercitiva por parte de los instrumentos políticos, jurídicos y militares del Estado y de las instituciones que la legitiman, a favor de la clase hegemónica.  Asimismo el autor afirma que el Estado:

… obra según un plan, urge, incita, solicita y castiga, ya que una vez creadas las condiciones en las cuales es posible un determinado modo de vida, la acción o la omisión criminal deben tener una sanción punitiva, de importancia moral y no sólo un juicio de peligrosidad genérica. (1980:80)

            Ahora bien, partiendo de esa conceptualización del Estado interesa entonces dilucidar el papel del Estado venezolano en el establecimiento de un nuevo orden socioeconómico y posteriormente en su preservación.  Se ha dicho que desde su surgimiento el Estado ha sido instrumento de preservación del orden existente históricamente dado, siempre al servicio de la clase que hegemoniza la sociedad civil.  Para que el Estado Venezolano pueda promover cambios estructurales y superestructurales en dirección al socialismo debe estar al servicio de los intereses de la mayoría social que representa la clase trabajadora.

            Ello implica un cambio de correlación de fuerzas en el bloque histórico; es decir, el control de la sociedad política, vale decir, de los aparatos de dominio político, jurídico y militar del estado, debe servir de instrumento para validar las nuevas relaciones sociales de producción, que deben pasar a formar parte del entramado jurídico-político nacional y esas nuevas relaciones sociales promovidas por el Estado introducirán cambios en la estructura que deben tender a –en términos de Weber– “estorbar”, “impedir la subsistencia”, disminuir progresivamente las probabilidades de persistencia y nueva formación de las relaciones sociales capitalistas de producción para que finalmente sean desplazadas por aquellas.

            En esa dirección enmarcamos las acciones del Estado venezolano al impulsar un nuevo ordenamiento jurídico que da legitimidad a las relaciones socialistas de producción como es el caso del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013 que establece los valores y premisas de gestión de las Empresas de Propiedad Social, el Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley para el Fomento y Desarrollo de la Economía Popular (ver bases legales), o el Proyecto de Ley de Propiedad Social que actualmente se discute en la Asamblea Nacional, que en su artículo 3 plantea su coexistencia con: 

… las otras formas de propiedad legalmente reconocidas, como la propiedad pública, perteneciente a los entes del Estado; la propiedad colectiva, perteneciente a grupos sociales o personas, para su aprovechamiento, uso o goce en común, pudiendo ser de origen social o privado; la propiedad mixta, conformada entre el sector público, el sector social, el sector colectivo y el sector privado, en distintas combinaciones; y la propiedad privada, perteneciente a personas naturales o jurídicas, reconocida sobre bienes de uso, consumo, goce y disposición y medios de producción legítimamente adquiridos. (s.f.:01)

entendiendo, en su artículo 8, la propiedad social como “la posesión material de entidades económicas destinadas a  satisfacer necesidades humanas o producir obras, bienes o servicios, que por su naturaleza son de propiedad colectiva e interés estratégico para la soberanía plena y el desarrollo humano integral” (AN, s.f.:03), y reconociendo, en el artículo 2, cuatro modalidades de propiedad social, a saber la indirecta, perteneciente a la ciudadanía nacional y administrada por el Estado debido al nivel de complejidad y su peso estratégico; la delegada, conformada por medios de producción de mediana complejidad transferidos a comunidades y sectores sociales organizados bajo la supervisión del estado; la directa, conformada por medios productivos registrados, constituidos y administrados por colectivos y la propiedad social mixta administrada en conjunto por el sector público (entes del estado) y el sector privado (AN, s.f.:01).

            Se plantea asimismo, en el artículo 34, que es la participación activa a través de la asamblea de trabajadoras y trabajadores la máxima instancia de dirección de las empresas socialistas, con lo cual se establece una nueva forma de relacionamiento social productivo, tanto respecto de la empresa capitalista como de la empresa pública tradicional, que además es profundizado con el planteamiento, desarrollado en los artículos 40 y 41, del protagonismo del poder popular dentro de las empresas por medio de la rendición oportuna y permanente de información a las asambleas de ciudadanas y ciudadanos de las comunidades donde operen y de la postulación de candidatos para ser incorporados a la actividad productivo-laboral de la empresa.

            No se puede dejar de mencionar, además como hecho que diferencia a la economía socialista de la capitalista, la previsión respecto a la distribución de los excedentes económicos, lo cual se hará atendiendo al mejoramiento de las condiciones de trabajo, elevar el nivel de las condiciones de vida de las familias de trabajadores y trabajadoras, al desarrollo de la comunidad y al Fondo de Bienestar y Desarrollo Social.

            Cabe destacar que estas precisiones sobre el papel que el Estado venezolana tiene y debe tener en el proceso de implementación del modelo productivo socialista, que como hemos visto, necesariamente implicará transformaciones estructurales y superestructurales, es decir el surgimiento de un nuevo bloque histórico, están en correspondencia con los preceptos teóricos generales sobre el socialismo; por ejemplo en lo planteado por Engels en su obra Principios del Comunismo (s.f.:06) de que “las ramas de la producción pasarán a manos de toda la sociedad” y “serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con arreglo a un plan general y con la participación de todos los miembros de la sociedad”, en virtud de lo cual “el nuevo orden social suprimirá la competencia y la sustituirá con la asociación”. O lo planteado por Marx en la Crítica del Programa de Gotha y analizado posteriormente por Lenin en Estado y Revolución (1975:112) en el sentido que “de todo el trabajo social de toda la sociedad habrá que descontar un fondo de reserva, otro fondo para ampliar la producción, un fondo para los gastos de administración, escuelas, hospitales, asilos para ancianos, etc.”

            No obstante nos queda claro que el surgimiento de la propiedad social, incluso su triunfo sobre la propiedad privada de los medios de producción como relaciones sociales en proceso de “lucha y selección”, al tiempo que significa la supresión de la contradicción entre capital y trabajo, entre el carácter social de la producción y la apropiación privada de su fruto, significa también la activación de una nueva contradicción objetiva en la base socioeconómica de la naciente sociedad.   Esta contradicción es la que se presenta entre el individuo y la sociedad, “entre los productores individuales y el Estado” (Mészáros, 2001:1051) en razón del interés particular de cada productor de apropiarse directamente de la riqueza social por él creada y el interés de la sociedad y el Estado de que exista una tasa de plus trabajo aportado por los productores de forma consciente a la sociedad.

            Nuevamente aquí cobra valor la conceptualización gramsciana del Estado en la que éste es interpretado desde su papel de educador (en cuanto a la creación de un nuevo nivel de civilización) que trabaja en la formación de una voluntad colectiva, de una unidad moral, y por lo tanto, de la estructuración del cuerpo social entero, no solo en el ámbito de sus aparatos ideológicos sino, y en el caso venezolano, en la esfera de los procesos de formación de conciencia y capacitación que deben desencadenarse en las unidades productivas socialistas pues al decir de Mészáros, establecer un sistema basado en la solidaridad y control social democrático de la economía y la sociedad requerirá “el cultivo consciente –no en los individuos aislados sino en la comunidad de productores entera, independientemente de su condición– de una intransigente consciencia crítica, aunada a un intenso compromiso con los valores de la humanidad socialista” (Mészáros, 2001:1032).


[1]              Weber (2005) p. 43, entiende por dominación “la probabilidad de encontrar obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas


miércoles, 27 de octubre de 2010

El Tercer Frente de Lucha y la Supervivencia de la Revolución Bolivariana

¿Cuántos frentes de lucha puede mantener abiertos la Revolución Bolivariana?.  Antes de responder esta interrogante me permito dejar claro de a qué me estoy refiriendo cuando hablo de frentes de lucha.

Si bien se puede considerar cada misión, cada ámbito de  acción de un ministerio un frente de lucha, no es a eso que me estoy refiriendo sino al contexto más general de la revolución, o lo que podría llamarse el contexto extratégico en el que se dirime el futuro de la Revolución Bolivariana.

En tal sentido, el primer frente de lucha abierto se refiere al que se aperturó con la emergencia del proceso bolivariano al confrontar los intereses político-económicos de la burguesía nacional, quitándole de las manos el aprato político del Estado e iniciando la constitución de una nueva estructura económica en el país.  De manera tal que el primer frente de lucha es el natural e inevitable enfrentamiento con las fuerzas de la burguesía y sus partidos políticas.

El segundo frente es el internacional.  En este frente confrontamos al imperialismo, constituido en internacional burguesa con ecos en todos los paises de la esfera capitalista.

En el primer frente, nuestra revolución ha obtenido importantes triunfos tanto desde el punto de vista de la construcción de nuestro modelo socialista como desde el punto de vista electoral.  Pero también hemos obtenido reveses.  Seguimos teniendo como caballo de troya a los medios de difusión masiva de la burguesía con su aservo de más de 60 años de condicionamiento de la psicología colectiva de los venezolanos.

En el segundo frente las victorias son innegables.  El prestigio internacional de Venezuela, la ya previsible constitución de un sistema multipolar de poderes que debilite al imperiamlismo norteamericano son los corolarios más visibles de las victorias en ese frente.

Repito la pregunta: ¿Cuántos frentes de lucha puede mantener abiertos la Revolución Bolivariana?, es decir, ¿está la Revolución Bolivariana en capacidad de abrir un tercer frente de lucha en el plano estratégico?.

Al margen de la respuesta que cada quien dé a esta interrogante, es innegable la necesidad de emprender una lucha frontal contra sectores de poder económico y político que se han conformado a lo interno del proceso revolucionario, representado por ministros, gobernadores y alcaldes que han fortalecido segmentos sociales que pasaron a configurar una nueva burguesía, aquella que Tascón calificaba de boliburguesía, la cual a su vez, con las nuevas fuerzas adquiridas que le dan músculo económico ha venido dotándose de sus representantes de clase tanto en las asambleas legislativas estadales como en la asamblea nacional.  Además, con esas fuerzas se colocan en condiciones de condicionar a esos mismos ministros, gobernadores y alcaldes que le dieron el oxígeno para emerger como nueva burguesía para que emprendan políticas que alejen la acción del gobierno en sus diferentes instacias de las premisas de acción y gestión socialistas.

De lo que digo hay indicadores en la realidad de varios estados del país (Sucre, Monagas y Anzoátegui, por ejemplo), sin dejar de mencionar aquel resonado caso de los hermanos Chacón como  emblema de la situación comentada.

Lo que este servidor intuye es que el Comandante Chávez percibe con claridad esta situación, y además desde donde hay que verla, desde el punto de vista de la lucha de clases.  Pero intuyo que el comandante pudiera estar pensando que si abrimos ese tercer frente la revolución perdería niveles de gobernabilidad como para seguir avanzando con el peligro, incluso, de perderla y con ellas la posibilidad de redimir a nuestro pueblo a través del socialismo.

Piensen ustedes.  ¿Sería posible sostener la revolución enfrentando por un lado a la burguesía nacional con sus partidos políticos y sus canales comerciales, por otro al imperialismo y por otro a los sectores internos (en referencia al proceso bolivariano mismo) de derecha y de la nueva burguesía que se han venido fortalaciendo en desmedro del pueblo y de la moral combativa de la militancia.

Particularmente no me creo en mejores condiciones ni en mayor capacidad que el Comandante Chávez para analizar la situación general de la revolución.  11 años de victorias en un océano de dificultades internas y externas así lo confirman, sin embargo me atrevo a pensar que si el Comandante convoca al pueblo a dar esa pelea, si se castiga aunque sea políticamente a los corruptos, si se rompe con esas tendencias de poder económico y político, llamando al pueblo a la victoriosa alianza Líder-Pueblo la Revolución Bolivariana no sólo sale victoriosa en ese tercer frente sino que esa victoria colocaría al proceso en condiciones idóneas para derrotar a la vieja burguesía, sus partidos y sus canales.   En esa perspectiva la Revolución Bolivariana se aseguraría condiciones estratégicas para la victoria final y definitiva del socialismo en Venezuela.





martes, 5 de octubre de 2010

Reflexiones postelectorales: caso Sucre

Una vez superado el sabor de boca que dejó la victoria revoluciionaria el 26S, me dispongo a reflexionar un poco sobre los resultados. Aclaro desde ya que estas reflexiones no tienen la intención de ser exquisitas, solamente es un aporte para la construcción de un análisis para encarar el futuro de la revolución con más firmeza.

Llaman la atención los resultados en estados como Nueva Esparta, Táchira y Zulia en el entendido de que no es automático relacionar esos resultados con la valoración que el electorado tiene sobre la gestión gubernamental.  En todo caso, y asumiendo por otra parte, que en estas elecciónes hubo fuertes expresiones de voto castigo, que esos gobiernos regionales de oposición no tienen un rechazo contundente de la población. En el casos de Zulia llama la atención que nosotros, la revolución, tenemos 14 de los 21 alcaldes.  ¿Será posible que el electorado zuliano perciba con mejores ojos la gestión opositora que la de los alcaldes bolivarianos?

Otro caso interesante lo constituye el estado Lara donde la revolución derrotó de forma contundente a la traición representada por el PPT y Henry Falcón, lo cual se condimenta con un rechazo creciente a la gestión burguesa de Henry y las respuestas gubernamentales nacional y locales a las necesidades sentidas de la gente.

En Miranda hubo un importante repunte de nuestra fuerza.  Pero en Anzoátegui el revés para nosotros cobra niveles de vergüenza.  En ese estado la prensa capitalista no le da tregua al gobierno de Tarek, quien también regala con su estilo de comunicación con el pueblo, muchas ocasiones para debilitar la imagen del proceso en los anzoatiguenses, sin dejar de mencionar la tardanza en las respuestas a problemas del día a día.

En lo particular pienso que el resultado más interesante de todos es el del estado Sucre, el cual históricamente había apoyado a la Revolución desde el punto de vista electoral, ni siquiera contra Ramón Martínez en un momento en que éste contaba con la maquinaria del gobierno regional.  En esta ocasión, no es que el estado le falló a la revolución, sino que en el circuito más importante tuvimos un revés con los dos candidatos nominales.  ¿Las razones?  En mi humilde opinión la gente personalizó en José Maestre y Yaritza Vallenilla el rechazo a la figura del Gobernador Enrique Maestre, quien encabeza un gobierno gris desde el todo punto de vista.

En principio, reconociendo que el impacto de la crisis financiera internacional impactó el presupuesto de las regiones, hay que reconocer también que no se aprecia en la gestión regional del estado Sucre que haya un rumbo claramente definido como socialista.  Desde la alianza inoportuna e innecesaria con sectores reconocidos de la derecha tradicional a principios de su gobierno, pasando por el nombramiento como directores de conotados adecos y copeyanos hasta su desfachatado estilo chavacano, profundamente rechazado por el pueblo sucrense, marcan un derrotero para la mencionada gestión.

Después del resultado electoral que nos dió un 3 a 3, aún con un triunfo relativo de la revolución pues en los tres circuitos ganó la lista del PSUV, el compañero gobernador señaló como culpables a la militancia, los ministerio, las misiones, la alcaldía (en estecaso tiene razón), todos...  Es decir, todos menos la gobernación son responsable de que hayamos perdido con los dos nominales (uno de los cuales era su hermano).

Pienso que con tres sencillas acciones el gobernador puede cambiarle la cara al panorama político del estado:  Primero, debería aprovechar la coyuntura para pedir a los directores que pongan sus cargos a la orden, y en función de ello deslastrarse de los connotados adecos y copeyanos.  Profundizar así el gobierno hacia la izquierda con cuadros revolucionarios y con capacidad técnica y política para politizar la gestión incorporando niveles aceptables de eficacia revolucionaria en la administración pública.

Una Segunda medida sería dejar la pelea interna con el Alcalde Pelirrojo (el cual prácticamente se curzó de brazos esperando que el resultado afectara al gobernador, y con lo cual ayudó al debilitamiento de la revolución en el estado, a nivel nacional pero también en el  municipio que le toca gerenciar) y otros sectores internos del proceso (casi todos los cuales fueron desleales con el comandante al no mover un dedo por triunfo revolucionario).  Incluso debería convocarles a ayudar en la gestión, dejando claro que la manera de dar las batallas internas no es jugando al descalbro del proyecto nacional sino organizando al partido para que las elecciones internas sean expresión del deseo de las bases del partido.

La tercera medida sería cambiar el estilo de comunicación con el pueblo. La chavacanería característica del compañero maestre son tema de conversación cotidiano entre militantes producto del rechazo que ello genera en las bases sociales del chavismo. La gritonería, el insulto incluso para los aliados, deben desaparecer del estilo del gobernante si pretende seguir representando a la revolución en el estado.  Sería propicia en el marco de esta tercera medida realizar una autocrítica de cómo sus errores como gobernante contribuyeron a perder dos escaños en la asamblea nacional.

Todo esto tendría, por supuesto, más impacto si en el PSUV se comprendiera que el partido debe tener vida propia y no ser un apéndice del gobierno.  El gobernador, no sólo en Sucre sino en cualquier estado, no tiene por qué ser la máxima autoridad del partido pues ello trae consigo el peligro de que si el funcionario esta MFP (meando fuera del perol) el partido transite por ese mismo despeñadero sin que haya posibilidad de espacios para la autocrítica revolucionaria y la contraloría política de la acción de gobierno.

Hasta aquí, por ahora, estas reflexiones

domingo, 26 de septiembre de 2010

Lecciones aún no aprendidas

Con maduréz y autocrítica debemos reconocer que en cuanto a la disciplina como activistas defensores del voto aún nos falta mucho por asumir, pues a las 10 am en muchos centros electorales faltaban mesas por abrir debido a la ausencia o retraso de nuestros miembros de mesa, nuestros testigos, nuestra maquinaria. Ello forma parte de la manifestación del triunfalismo que formó parte de los elementos de la derrota que recibimos en el referendo por la Reforma Constitucional.

A eso debemos añadir prácticas desmovilizadoras o viciadoras de cierta dirigencia en algunos estados, consistente en aplicar mecanismos muy parecidos a la compra de votos instaurada por los adecos y copeyanos durante el puntofijiosmo.  Práctica inconveniente e innecesaria pues la revolución se vale de sí misma, de la justeza y legitimidad de nuestra lucha para ganar el apoyo del pueblo, mientras que la práctica señalada si bien moviliza a algunos sectores, desmotiva y desmoraliza a los sectores que sinceramente apuestan por las transformaciones que impulsa la >Revolución Bolivariana. 

Por mi parte, he estado siguiendo el desarrollo de los acontecimientos y ya me dispongo a ejercer mi derecho al voto, convencido de que, siendo mucho lo que ha logrado la revolución, lo que falta por alcanzar es mucho más, es decir, el camino por recorrer es largo, y solo será posible si mantenemos viva la esperanza que representa la perdurabilidad en el tiempo de este hermoso proceso.

Arriba y a la izquierda votaré.

¡Hasta la Victoria Siempre!

sábado, 25 de septiembre de 2010

con farruco: CONTRA CAPITALISMO: SOCIALISMO / 25.9.10

con farruco: CONTRA CAPITALISMO: SOCIALISMO / 25.9.10

A ver como me va con esto

Hola a todos los que por accidente o a voluntad accedan a este Blog. Lo creé con la intención de publicar mis reflexiones sobre la teoría y la práctica de la construcción socialista en Venezuela y el Mundo. Además pretendo publicar acontecimientos relacionados con la cultura en el estado Sucre, vivencias enriquecedoras y enlaces con publicaciones que considere de interés para aquellos que me sigan por esta vía.