viernes, 30 de noviembre de 2012

Las Taras Orgánicas de las Comunas en Venezuela



A partir del importante debate generado en el país, respecto a la necesidad de dar respuesta a la coyuntura planetaria de un sistema capitalista que, en el marco de su crisis estructural, viene dando muestras de incapacidad para resolver las contradicciones que desde su propio surgimiento se profundizan a lo interno del metabolismo social que le es inherente, el gobierno venezolano ha propuesto un modelo socioeconómico y político alternativo, que en la actualidad es vislumbrado desde la Comuna, como espacio para su concreción.

Es así como el proceso político venezolano iniciado en 1998 con el triunfo electoral del Comandante Hugo Chávez, la convocatoria y elección de una asamblea nacional constituyente y la consiguiente aprobación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en 1999, ha pasado por varias etapas en lo referido a la configuración de una propuesta de modelo económico y de participación protagónica del pueblo.  Una primera etapa estuvo orientada hacia la estructuración de un modelo de desarrollo endógeno basado en el cooperativismo y sus principios como formas de relaciones sociales de producción preconizadas.

En esa dirección se orientaron políticas y recursos en el marco de la Misión “Vuelvan Caras” bajo la estrategia de los Núcleos de Desarrollo Endógeno, la cual por razones estructurales y gerenciales, resultó insuficiente para alcanzar la transformación, tanto del modelo productivo nacional como del modelo de sociedad operante en Venezuela. 

En el año 2004, desde el Foro Social Mundial realizado en Sao Paulo (Brasil), el presidente Hugo Chávez planteó la necesidad de iniciar un debate sobre el Socialismo como modelo alternativo al sistema capitalista.  A partir de entonces, ese debate se convirtió en propuesta electoral para la campaña presidencial de 2006 por parte de los factores que respaldan al presidente Chávez, recibiendo la legitimación del voto popular, en función de lo cual, a principios de 2007 se presentó ante la Asamblea Nacional el PDESN 2007-2013, el cual ha sido calificado por el propio presidente como “el primer plan socialista de gobierno”, convirtiéndose en punto de arranque de transformaciones estructurales en la pretensión de pasar de un modelo de sociedad capitalista a un modelo de sociedad socialista.

Hoy, después del triunfo electoral del 7 de octubre, y en el marco de un proceso constituyente, se nos plantea el objetivo de construir las Comunas como medio para acelerar la transición al socialismo tanto desde el punto de vista político, como desde el punto de vista de la construcción de una base económica para dicha transición.  Pero para avanzar en este objetivo es preciso detenernos en el análisis de un conjunto de aspectos que vienen marcando el nacimiento de las Comunas que, desde mi punto de vista, podrían ser considerados taras orgánicas, provenientes del metabolismo social del capitalismo rentista de cuyo seno viene surgiendo el socialismo bolivariano.

En ese sentido, el primero de esos aspectos viene dado por el carácter no productivo de las Comunas impulsadas por el Estado Venezolano.  Como buenas hijas de un Estado rentístico las Comunas en construcción (y los consejos comunales que las integran) han venido sustentando su dinámica de transformación de la realidad social en la renta petrolera, y poco se ha avanzado en el surgimiento de una base material para el sustento de esas comunas.  Este proceso es contrario al que dio nacimiento a las Comunas Socialistas en China, por ejemplo, las cuales nacieron como instancias económicas que posteriormente evolucionaron desde el punto de vista político y hasta de defensa integral del país.  Aquí se han creado comunas políticas con la pretensión de que evolucionen hacia instancias de carácter económico-productivo.

No digo que dicha lógica imposibilite la consolidación de las Comunas, pero por lo menos debemos tener claro que las experiencias históricas en el marco del socialismo transitaron otras direcciones.  De todas formas, contra la concreción de dicha lógica también atenta la lógica administrativa implementada hasta ahora, basada en una dispersión generalizada de los recursos para que llegue un poquito a cada Consejo Comunal, sin que esta lógica haya sido acompañada por una sana focalización de esfuerzos al menos en las Comunas Priorizadas a escala nacional a fin de consolidar en ellas el modelo político y productivo de cuya construcción se puedan sacar los aprendizajes necesarios para su posterior generalización.

Otra de las taras orgánicas es la cultura de la representatividad, aún no superada por el conjunto de la sociedad venezolana.  Esta cultura es la que determina que en la inmensa mayoría de los consejos comunales –por lo menos los conocidos por quien escribe– sean unos cuantos voceros los que cargan con todo el peso de las acciones impulsadas por los consejos comunales.  ¿Es que se pretende que los propios voceros, solos, sean, además de toderos en la resolución de problemática comunitarias, los que generen la transformación cultural para avanzar hacia el protagonismo popular generalizado?

Para ello, además de los programas educativos, cuyos resultados se verían a mediano y largo plazo, se requiere de programas de formación de una conciencia de ciudadanía que ponga el acento en la participación de todos los ciudadanos desde las instancias comunitarias.  Para esta tarea, la Revolución puede apoyarse en el Sistema Nacional de Medios Públicos y en el uso de las Cadenas de Radio y Televisión para la transmisión de dichos programas de Formación.

También hay experiencias de cursos y talleres dictados por radio y televisión que pueden ser monitoreados por correo electrónico en el caso de los que formalicen su inscripción en los mismos.  Muchos son los mecanismos que los medios tecnológicos actuales ofrecen para acometer esta tarea.

Otro de estos aspectos de carácter orgánico tiene que ver con la presencia del Estado Burgués como impulsor de las Comunas.  Hasta donde sé, ningún organismo busca su autodestrucción.  Por el contrario, genera los mecanismos tendientes a su preservación.  Ello podría explicar por qué en las Empresas Socialistas y/o socializadas en manos del Estado, aunque se ha suprimido la explotación por la vía de la socialización del plustrabajo para beneficio del conjunto de la sociedad, se mantienen las mismas relaciones sociales y técnicas adversariales, de subordinación y de dominación de una clase (social y política) sobre otra.  Lo mismo ocurre en la mayoría de las instituciones del Estado, donde se mantienen las mismas estructuras jerárquico-adversariales del Estado Burgués, con muy poca presencia de las nuevas instancias de participación de los trabajadores del Estado –sin mencionar que en algunos casos son perseguidas–.

Esto es acompañado de una especialización de instancias para el impulso del poder popular con muy poca cooperación intra e interinstitucional.  Aquella crítica lanzada por el Comandante Chávez el 5 de noviembre de este año, respecto a que la mayoría de las instituciones asumen que las Comunas son asunto solo del Ministerio del Poder Popular para las Comunas y Protección Social, es completamente acertada, y además se replica en los demás ministerios y organismos adscritos, la mayoría de los cuales tienen Direcciones y Gerencias dedicadas a la articulación con el Poder Popular.  Lo que generalmente sucede es que dichas instancias quedan solas en la vinculación con la construcción comunal, cuando no enfrentadas a la estructura burocrática y satanizados los cuadros que en la dinámica con el pueblo se radicalizan en apoyo del mismo.  Es posible que si se hace un análisis, se encuentre en esos espacios una molienda o un quematorio de cuadros políticos revolucionarios.

La última tara a la que quiero hacer referencia es la que proviene del desconocimiento y la renegación de las experiencias surgidas del seno del pueblo, algunas de las cuales datan de décadas de construcción como algunas Comunas de larga tradición en el estado Lara y otras más recientes en el mismo estado y en otras partes del país, mismas que por no entrar en el redil inflexiblemente establecido en la Ley Orgánica de las Comunas y en la Ley Orgánica del Sistema Económico Comunal, han sido casi proscritas por las instancias rectoras en materia de Comunas.

Al respecto nos puede pasar como con las Cooperativas históricas que había en el país antes del 99, las cuales habiendo logrado sobrevivir en el marco del capitalismo rentístico venezolano, fueron satanizadas como parte de la Cuarta República, de lo viejo, pero sobrevivieron al cementerio de nuevas cooperativas surgidas bajo el impulso de Vuelvan Caras, sin haber podido aportar su experiencia a la política que se estaba impulsando desde el Estado.  En tal sentido, recurrir a las experiencias acumuladas en esas Comunas de larga data, las cuales siguieron un camino inverso al que hoy se ha venido impulsando, es decir, primero fueron instancias de coordinación de la producción, el intercambio y la comercialización y luego fueron evolucionando en lo político, puede contribuir a repensar y relanzar la política de construcción del Estado Comunal sobre bases nuevas, sobre experiencias acertadas y erradas que puedan lanzar luz sobre la actual construcción, para así acercarnos al cumplimiento del objetivo de implementar las Comunas como espacio de concreción del nuevo modelo económico y político que sirva de base a la sociedad socialista que soñamos y vamos construyendo en la Venezuela Bolivariana en el siglo XXI.

lunes, 8 de octubre de 2012

Reflexiones Post Electorales 7-O

Como estaba pronósticado, el 07 de octubre ganó Chávez.  Muchas fueron las emociones puestas en juego.  Muchos los argumentos reales para que la mayoría optara por ratificar la vía bolivariana al socialismo.  Sin embargo se impone el ejercicio de una seria reflexión en torno  los resusltados, en función de profundizar lo que pueda y deba ser profundizado desde los sectores que acompañamos la Revolución Bolivariana, así como corregir lo que deba ser corregido, para que el apoyo popular al proceso revolucionario sea cada vez más contundente.

Lo primero que salta a la vista es que en esta ocasión, y con un candidato claramente representante de la oligarquía venezolana, la opción contra-revolucionaria obtuvo más de 6 millones de votos, cercano al 45 % de los votos válidos.  Aquí cobra importancia aquel llamado de atención del comandante Fidel, respecto a que en Venezuela no hay 6 millones de oligarcas, indicativo de que aún hay mucho pueblo que no respalda a la Revolución.

Hace 6 años, con un candidato de igual, o quizas de mejores condiciones políticas que Henrique Capriles, el Comandante Chávez obtuvo poco más de 62 % de los votos validos, para desender porcentualmente a cerca del 55 % en estos comicios, a pesar de la mantención y consolidación de las misiones sociales, del surgimiento de las grandes misiones, así como de nuevas políticas en casi todas las esfereas de la vida nacional, incluidas las políticas recientmente diseñadas para la atención de las capas medias de la sociedad.

Y es aquí donde quiero centrar la atención de estas reflexiones.  Es indudable que la acción de redistribución de la riqueza nacional por parte del Gobierno Bolivariano, de manera sostenida ha venido sacando de la pobreza y la miseria a buena parte de la población, consolidando una significativa clase media, pero paradójicamente, y con una expresión estadística nada desdeñable (esto es una apreciación personal), consolidarse como parte de las capas medias y volverse contra el proceso ocurren simultáneamente.

Desde el punto de vista sociológico una aproximación la abordo de la forma siguiente.  Esa acción de redistribución de la riqueza nacional, cada vez más justa, unas veces llega a la población de manera directa y otras de forma indirecta.  Veamos.

Por ejemplo, cuando el presidente anuncia el aumento de sueldos cada año, mientras en la mayor parte del mundo se habla de recortes, se producen mejoras en la calidad de vida del venezolano, pero la mayoría asume que dichas mejoras salariales, conducentes a mejoras en la vida material, responden a merecimientos individuales, por lo que no se asume como acción del gobierno.  La idea interna es "lo que yo obtengo es gracias a mis esfuerzo".  Pero cuando la acción de redistribución llega, por ejemplo, a través de una asignación económica de una Msión, entonces  es percibida por aquel que recibió el aumento de sueldo como un regalo del gobierno hacia el beneficiario de la Misión.  Ahí la idea interna es "lo mío me lo gano con esfuerzo mientras que a los pobres se les regalan las cosas y no estoy de acuerdo con eso".

Otro ejemplo lo constituyen esa parte de las consolidadas capas medias, dedicadas al comercio.  Estoy seguro que le va mejor en la venezuela actual, de lo que les fue en la cuarta República.  A ellos la acción de redistribución les llega de forma indirecta, ya que al mejorar las condiciones materiales generales de la ppoblación sus ventas aumentan, pero no logran ver detrás de su mejora particular la acción del gobierno sino que sigue imperando la visión de que se logran las cosas únicamente gracias al esfuerzo particular.  El esfuerzo particular juega su papel fundamental, pero sin las condiciones societales favorables dicho esfuerzo no alcanzaría mucho por sí solo.

Esto indica, según mi apreciación, dos cosas.  Por  un lado el insuficiente avance de la conciencia del deber social por parte de la mayoría de la población y, por otro, la insuficiente capacidad de los sectores afectos a la revolución para explicar las concatenaciones del conjunto de relaciones sociales de producción y distribución que ha generado el Proceso Bolivariano.

Aclaro.  Cuando digo que hay poco avance de la conciencia del deber social, lo hago desde el análisis de la mayoría de los argumentos expresados en las concentraciones a favor de la reelección del comandante Chávez, los cuales hacían mención a los beneficios materiales provistos por el gobierno, casas, asignaciones, salud, carros, créditos, entre otros, es decir, se ratifica la idea apuntada más arriba, respecto al caracter eminentemente material de los estímulos que hemos puesto en boga, sin que ello se acompañe por la identificación de los estímulos morales y espirituales también presentes a escala nacional, pero con menos desarrollo en la percepción de la población.

Obviamente, existen muchas causas y factores que intervienen en el resultado obtenido, como la predominancia de la ideología de las clases dominantes aún en la sociedad venezolana, los errores gubernamentales reconocidos por el propio comandante, deficientes gestiones estadales y municipales, el bombardeo mediático de los canales de la burguesía y la concatenación de todos esos factores y los que me falte mencionar, sin embargo, he querido llamar la atenciaón sobre éste en particular, por considerarlo clave como estrategia estructural y estructurante para la consolidación de la Revolución durante el próximo período constitucional, que según el reelecto Comandante-Presidente, inicio la propia noche del 7 de obtubre cuando el CNE aunció el nuevo triunfo electoral de la Revolución.

La terea es titánica, pero es a tarea: Consolidar el Socialismo Bolivariano en la base matrial pero también en la conciencia colectiva de la nación.

 "Pongamos sin temor la piedra fundamental de la Revolución; vacilar es perdernos". (Simón Bolívar)

¡Viva el Comandante Chávez!
¡Viva la Revolución Bolivariana!
¡Viva el Pueblo Venezolano!
¡Viva el Socialismo!


lunes, 23 de abril de 2012

Descentralización Burguesa Puntofijista Vs. Descentralización Hacia el Poder Popular


El proceso descentralizador venezolano de finales de siglo XX estuvo determinado por la visión neoliberal de desmantelar los Estados Nacionales como estrategia de la economía capitalista basada en las transnacionales, para reducir las limitaciones que las regulaciones nacionales específicas imponen a la acumulación del capital.

A pesar de ello, aún cuando la Constitución de 1961 contemplaba la transferencia de competencias a los estados regionales, así como la realización de elecciones populares para la escogencia de alcaldes y gobernadores, no fue sino hasta 1989, después del caracazo, que la élite puntofijista admitió la realización de dichas elecciones como acción dirigida a minimizar las presiones de la población sobre el sistema político para desviarlas hacia persionificaciones regionales y locales.

Es decir, con el objeto de salvar el sistema todo, el modelo de estado burgués, erigieron gobiernos regionales y municipales, provenientes del sufragio universal, para desviar las exigencias del pueblo hacia dichos actores, de manera que el reclamo por la ineficiencia y las necesidades no cubiertas recayera en instituciones locales y regionales y no sobre el régimen puntofijista como encarnación del estado burgués.

Al respecto, vale la pena recordar las premisas históricas enarboladas por los Libertadores en torno a la más conveniente organización del Estado, en atención a nuestras realidades nuestro-americanas. Por Ejemplo Bolívar, en el Manifiesto de Cartagena expresó lo que sigue:

Pero lo que debilitó más el Gobierno de Venezuela, fue la forma federal que adoptó, siguiendo las máximas exageradas de los derechos del hombre, que autorizándolo para que se rija por sí mismo rompe los pactos sociales, y constituye a las naciones en anarquía. Tal era el verdadero estado de la Confederación. Cada provincia se gobernaba independientemente; y, a ejemplo de éstas, cada ciudad pretendía iguales facultades alegando la práctica de aquéllas y la teoría de que todos los hombres, y todos los pueblos, gozan de la prerrogativa de instituir a su antojo, el gobierno que les acomode. El sistema federal bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros nacientes Estados.

También Miranda fue contrario a la adopción del modelo federal descentralizado, instalado en Venezuela como calco y copia de la Constitución de los Estados Unidos de Norte América, de lo cual dejó constancia escrita durante el acto de promulgación de la Constitución de 1811.

La Revolución Bolivariana en su carácter de creación heroica de la nueva institucionalidad que dará soporte al socialismo bolivariano, propone un modelo de descentralización que implica, por una parte, el fortalecimiento del Estado Nacional como estrategia de defensa de la Soberanía Patria ante los ataques del intervencionismo imperialista pro capitalista, y por otra, la transferencia de poder, competencias y recursos al poder popular organizado. De esta forma se achata el Estado rumbo a la constitución del Estado Socialista, se reduce el papel de la burocracia intermediadora -y con ella del burocratismo- entre el poder público nacional y el pueblo del cual emana, y se configuran las bases políticas para la consolidación de la sociedad socialista que la Revolución Bolivariana ha convocado a construir como alternativa a la salvaje y destructiva sociedad capitalista.

viernes, 13 de abril de 2012

Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez


Inventar un tema vital, un tema para la vida por el que hasta se llegue a morir de buena gana, es el invento supremo a que puede aspirar un hombre.

Juan David García Bacca: Ensayos y estudios


Nacido el 28 de marzo de 1750 fue el primer hijo del matrimonio entre el comerciante canario Sebastián de Miranda Ravelo y la caraqueña Francisca Antonia Rodríguez. Tuvo una infancia acomodada pues los negocios del padre habían prosperado produciendo riquezas y comodidades; sus primeras luces debieron estar a cargo de profesores particulares que sus padres contrataban para que lo instruyeran en su propia casa, luego, probablemente hacia los nueve años, el niño Sebastián Francisco asistía ya a una de las tres escuelas de Caracas.

Hacia los doce años se matriculó en la universidad, en la que hizo estudios de bachillerato en artes por lapso de seis años. Finalizados estos estudios se inclinó hacia el mundo militar, pero había acontecido, mientras estudiaba todavía, que hubo un cambio de gobernador y la nueva autoridad, José Solano, en un intento por fortalecer las fuerzas militares de España, creó El Batallón de Blancos Criollos y nombró al padre de Miranda capitán de una compañía. Como había entonces una discriminación entre los españoles peninsulares y los de las Islas Canarias, y además, como entre la mantuanidad se consideraba que cualquier oficio –en este caso el de comerciante– era indigno para un hombre de la alta sociedad, Don Sebastián de Miranda encontró fuerte oposición a ese nombramiento por lo que tuvo que vender sus negocios y hasta el propio rey de España intervino en el asunto a favor del padre del joven Sebastián Francisco.

En vista de esta discriminación de la que fue víctima su padre, Sebastián Francisco optó por exigir de aquel un viaje a España, donde podría iniciar fácilmente su derrotero militar con el apoyo del rey. Es de acotar que por aquel tiempo falleció su hermano menor, llamado Francisco, en el que Sebastián Francisco había tenido un verdadero amigo, por lo que se presume que desde ese momento asumió su segundo nombre; de ahora en adelante, en honor de su hermano muerto, se haría llamar Francisco de Miranda, como lo conocerá la Historia.

El 25 de enero de 1771 se embarcó en el puerto de La Guaira, y desde ese mismo momento inició un diario que continuará escribiendo hasta el final de sus días. Ya en Madrid inicia su largo proceso de autoformación contratando profesores de distintos idiomas y campos del saber, compra libros en castellano inglés y francés (mucho de los cuales están prohibidos por la inquisición) y lee tenazmente. En 1772 por la suma de 8000 pesos compra una patente de Capitán de Infantería con la cual es admitido en el regimiento de la princesa. En 1773 es enviado de guarnición a posesiones españolas en el norte de África. Al año siguiente toma parte, en calidad de voluntario, en la defensa militar de Melilla contra las fuerzas del sultán de Marruecos, en la cual presentó un plan de ataque a la principal fortaleza de los marroquíes que, si bien no fue aceptado, le valió como constancia de su capacidad militar; sin embargo, terminada la campaña en Melilla, se le negó el merecido ascenso alegando el carácter de voluntario con que se unió a la expedición; excusas pues de lo que se trataba era de una fuerte discriminación contra los que provenían de las colonias americanas. Es el año 1775, en el que participa en una expedición contra Argel que fracasa, pero que sirve de escenario para que se inicie una gran amistad entre el caraqueño y el entonces coronel cubano Juan Manuel Cagigal.

Ese mismo año es invitado a Gibraltar donde ingresa en la masonería. De regreso en Cádiz, en 1777, se le destina en guarnición en La Carraca –que será precisamente el lugar donde le esperará la muerte– y se hace amigo del comerciante inglés John Turnbull, quien le ayudará hasta el final. Para este momento el Capitán Miranda posee un espíritu libre e ilustrado que siguió cultivando con la lectura de las luces de ese siglo, pero su imponente personalidad, su capacidad militar y ese libertad de espíritu le convierten en objetivo tanto de la envidia de algunos militares como de la vigilancia de la inquisición. Se le arresta tontamente por haber usado prendas que no eran las del uniforme, luego de esto se dirige a Madrid (1778) desde donde comandó eficazmente una de cuatro compañías de fusileros, que escoltarían a la reina madre de Portugal en su regreso de Madrid a Lisboa. En 1780, después de cumplir un injusto arresto de seis meses bajo cargos igualmente injustos respecto del manejo de la parte económica de su compañía, Miranda recibe orden de trasladarse a Cádiz, en donde se encuentra su amigo y hermano masón, el ahora General Cagigal, quien ha gestionado ante el inspector O’Reilly la incorporación de Miranda a la expedición militar que saldría a La Habana para ayudar a la independencia de las trece colonias inglesas en el norte de América. Cagigal es nombrado Gobernador y Capitán General de la Isla de Cuba y éste nombra al capitán venezolano su Edecán y Capitán del Regimiento de Aragón.

En 1781 se da la alarma y se ordena la preparación de la expedición que irá en auxilio de las tropas españolas que habían sitiado el puerto de Pensacola, ocupado por los británicos. Las operaciones en Pensacola fueron exitosas y Miranda tuvo un brillante comportamiento durante las mismas, lo que le valió el ascenso a Teniente Coronel. Este hecho implica, además, la participación de Francisco de Miranda en la primera de las tres grandes revoluciones políticas de la época y el primer paso para la independencia total de la América respecto de Europa.

Ya, en aquel tiempo tenía el caraqueño conciencia de la necesidad de independencia de la América Hispana, pues las noticias que recibía desde Venezuela así se lo hacían entender, al tiempo que de parte de la mantuanidad caraqueña, entre ellos Juan Vicente Bolívar –futuro padre del Libertador– Martín de Tovar y el Marqués de Mijares, le solicitan que comande una insurrección contra España, lo cual no acepta porque comprende que en el momento no están maduras las condiciones para que el éxito corone tan trascendental empresa.

De regreso en La Habana, Miranda se ocupa en preparar una misión de suma importancia que solo podía ejecutar alguien de extrema confianza. Pero a este hombre, que por su preparación, inteligencia y capacidad causa envidia en los bajos espíritus, le están tendiendo una maraña de calumniosas trampas para desacreditarlo frente a las autoridades españolas. Miranda posee un espíritu libre y eso no gusta a la inquisición católica; ya hace tiempo que la iglesia lo vigila y durante estos meses en La Habana por obra del Obispo de la Ciudad, monseñor Echeverría, y algunos militares intrigantes se acusa a Miranda de haber mostrado al general inglés Campbell un cuartel por dentro, violando así el secreto militar.

Lo que en realidad ocurrió fue que al arribar a La Habana este general, derrotado en Pensacola, de paso hacia Londres, se le atendió de acuerdo con su rango y dentro de una cortesía muy gentil; se le hizo pasear por la ciudad y, al ver un cuartel en construcción pidió conocerlo. Al otro día partió a Londres. Miranda no tuvo ninguna participación en esos hechos pues se encontraba en el campo, lejos de la ciudad y el responsable de lo ocurrido fue el distinguido José Montesinos, encargado por Cagigal de acompañar al General inglés en su paseo por La Habana.

Partió el Teniente Coronel venezolano para Jamaica el 9 de agosto a cumplir con la importante misión a él encomendada sin saber lo que se estaba tramando en su contra. La misión era trasladarse a Jamaica, negociar el canje de prisioneros de Pensacola, hacer una amplísima investigación de la realidad militar de la isla, ya que España proyectaba apoderarse de ella, y adquirir material útil para la guerra.

Cuatro meses duró la estadía del caraqueño en Jamaica; operó con eficacia y astucia, logró cuanto tenía por misión y hasta más: Canje de 22 oficiales y 850 hombres, detalle completo de las fuerzas inglesas en Jamaica (dice el parte de Miranda a Cagigal: “noticia exacta de las escuadras enemigas que ejercen en aquella isla y de las que próximamente se esperan de Europa; del número de tropas veteranas que hay en el día y de su milicia”), tres planos de la isla y costas “que son bastante exactos” –continúa el parte mirandino– , compra de dos bergantines de 16 cañones y una goleta de 12 cañones, y hasta semillas de pasto para el ganado ya que en Cuba la ganadería se hallaba en decadencia.

Los navíos habían sido comprados secretamente y para llevarlos a Cuba había sido necesario burlar la vigilancia inglesa. En todo ello ayudó mucho como discreto y eficaz intermediario el Inglés Felipe Allwood a quien, en retribución, Miranda permitió la introducción en Cuba de lienzos y loza, que vinieron dentro de uno de los barcos. Y se presenta con ello la segunda patraña: Que Miranda ha Introducido contrabando...¡es contrabandista! Ahora a las acusaciones de traición a España se suman estas de contrabando, y de ambas se hace caso en la corte del rey español.

Cagigal informa a las autoridades de España del éxito de las operaciones mirandinas y además hace la defensa de Miranda explicando lo del supuesto contrabando, ignorando que ya en la corte de Madrid hay decisiones tomadas contra el caraqueño. Éste, ignorando también la magnitud de lo que en su contra se traba, recibe autorización del Capitán General Cagigal y del Comandante General del Ejército de Operaciones, desde su cuartel general en Cabo Francés, General Bernardo Gálvez, de dirigirse al rey para que le conceda el grado y sueldo de Coronel de Infantería, por demás merecido (8 de enero de 1782). Miranda, ante la importancia de las informaciones que posee sobre Jamaica, es enviado personalmente a comunicarlas al comandante general Gálvez en Cabo Francés, y este último como reconocimiento decide que el caraqueño se quede trabajando junto a él como su Edecán.

Mientras tanto, desde España llegan comunicaciones oficiales con carácter reservado, solicitando que Miranda sea enviado hasta allá para enfrentar los cargo de Traición a la corona española. Cagigal no actúa contra Miranda sino que le defiende, exponiendo a través de cartas la verdad sobre el hecho del Fuerte en construcción y el General inglés Campbell. Se prepara la expedición de las Bahamas, primer paso para la toma de Jamaica; el General Cagigal es nombrado por Gálvez comandante de la expedición y Miranda va, autorizado por el mismo Gálvez, como ayudante del comandante. Las operaciones son exitosas, los ingleses se rinden y el oficial caraqueño es quien redacta los artículos de la capitulación.

A la excelente participación de Miranda en esta y otras campañas España las retribuye dando orden de prisión contra éste, la cual se cumple cuando el venezolano regresa a Cabo Francés a notificar de la victoria al comandante Gálvez. Éste lo remite a La Habana y allí el Gobernador y Capitán General, Cagigal, lo pone en libertad inmediatamente desafiando al gobierno de Madrid. A Cagigal lo separan del cargo y junto a Miranda se dispuso a viajar a España para hacer su defensa. Unas tormentas retrazaron el viaje y se entera Miranda que hay otra orden de arresto contra él. Decide entonces no dirigirse a España sino a los Estados Unidos; se produce así su ruptura con España, ahora tiene que andar en la clandestinidad y siempre precavido.

La sentencia que pesaba sobre él era: pérdida de su empleo, fuerte multa y prisión por diez años. Se dirige así hacia los Estados Unidos, iniciando una larga visita que comienza por el puerto de New Bern en Carolina del Norte; en USA visita (1783) los sitios de las batallas de la recién terminada guerra, estudiando en detalle cada batalla, cada situación –se está formando–. Toma nexo con las personalidades civiles y militares más importantes, quienes le reciben con simpatía, tanto por las cartas de recomendación de Cagigal como por ser alto oficial español que ayudó a la independencia norteamericana; además posee una excelente formación cultural. Conoce a Washington, quien lo invita a su mesa en Filadelfia, dialoga con Thomas Paine, John Adams, y muchos generales de la guerra. En 1784, continuando su viaje, en Nueva York conversa con el Coronel Hamilton y el General Knox a los cuales confía sus proyectos, por primera vez, de independencia para la América Española; conoce a Samuel Adams con quien discute y hasta cuestiona algunas incongruencias de la novel constitución norteamericana; conoce a Lafayette y a tantos otros.

Parte para Europa llegando el 1º de febrero de 1785 a Londres, entrando en contacto desde el principio, con las personalidades más importantes. Quiere perfeccionar sus conocimientos y dispone un viaje por Europa para estudiar las distintas sociedades que la componen: idiomas, estructuras políticas, económicas y militares, arte, costumbres, etc. Se dirige a Holanda para dar inicio a este viaje de cuatro años por el llamado viejo continente. En Holanda visita Rótterdam, La Haya, Leyden, Harlem, Ámsterdam. Sigue luego a Hannover, Brunswick, Postdam (Prusia, hoy Alemania). Obtiene permiso para asistir a las maniobras del ejército prusiano de Federico el Grande en Berlín, donde es invitado a la cena ofrecida por el propio rey. Pasa por Meissen, Leipzig, Dresde, Praga y Viena. Continúa por Gratz, Leybach, Trieste (Italia), Venecia, Verona, Mantua, Parma, Módena y Bolonia, donde entra en contacto con los exjesuitas, expulsados de América por Carlos III; son partidarios de la independencia americana. Se detiene en Florencia admirando su arte y a finales de año continúa hacia Pisa.

En 1786, después de Pisa, Livorno, Siena y Viterbo arriba a fines de enero a Roma, ciudad que ve y estudia durante un mes; allí se encuentra con más exjesuitas, con los que ya va discutiendo la forma de independizar la América Española. Prosigue su recorrido pasando por Nápoles, Capua; visita las ruinas de Pompeya; se embarca hacia Ragusa, Zante (Grecia) y Patrás; se detiene en Corinto y visita luego Atenas. Por la Isla de Chios llega a Esmirna (Turquía), atraviesa los Dardanelos y a mediados de año arriba a Constantinopla, donde se detiene por espacio de dos meses. Con pasaporte Austriaco se dirige a Rusia. En Kherson, al final del año es presentado al Príncipe Potemkin, quien le invita a visitar a Crimea.

El siguiente año, de Crimea se dirige con el Príncipe a la ciudad de Kiev, a donde a llegado la Zarina Catalina de Rusia, a quien es presentado el Caraqueño el 14 de febrero; Miranda entabla una amistosa relación con la Emperatriz, al punto que algunos historiadores han llegado a suponer un romance entre ambos. Lo cierto es que ésta le invita a quedarse en Rusia y le nombra Coronel de su Ejército. Miranda le expone su proyecto de independizar América, por lo que no puede atender la petición de Catalina de quedarse; la soberana comprende la determinación del venezolano y ofrece su apoyo a la empresa. Antes de despedirse, al cabo de tres meses, recibe Miranda una importante suma de dinero y la promesa de contar siempre con el apoyo y la protección de la Zarina. El 1º de mayo parte para Moscú y luego a Petersburgo (Leningrado). España sigue persiguiendo a Miranda pero en esta ocasión le salva la protección de Catalina y el gobierno ruso. Se entrevista nuevamente con Catalina, que le recibe en Tsarkoie Selo y le informa de las pretensiones españolas contra él. A los pocos días se despiden; la soberana a ordenado que el Coronel caraqueño sea protegido y atendido en lo que necesitare en cualquier embajada rusa.

El 22 de septiembre de 1787 llega a Estocolmo (Suecia), es invitado a entrevistarse con Gustavo III, rey de Suecia. El 10 de noviembre llega a Cristianía, de donde parte a Gotemburgo. Antes de fin de año arriba a Copenhague (Dinamarca) donde pasa más de dos meses alojado en la Embajada rusa. Ya en 1788, en Copenhague, consigue que el Príncipe Regente Federico modifique el régimen carcelario, pues en visitas que hizo a las cárceles vio crueldades increíbles que aún el príncipe desconocía. Llega en Marzo a Lubeck, luego a Hamburgo y Bremen, donde el senado le ofrece un Banquete. Pasa por Ámsterdam, Saandam, Utrecht y Haarlem. Hacia fines de mayo arriba a la Haya, prosigue a Amberes, Bruselas, Lovaina, Aquisgrán, Düsseldorf. Sigue por Colonia, Bonn, Cobleza, Maguncia, Francfort, Worns, Mannhein, Heidelberg, Landau, Estrasburgo, Colmar, Basilea, Lausana, Zurich, Berna; siempre anotando sus impresiones en el diario. El 22 de septiembre (1788) se detiene en Lyon (Francia), donde hay una orden de captura contra él de parte de las autoridades francesas que han accedido a la presión española, de la cual se salva por viajar de incógnito. Luego entra en Marsella, donde conversa con el Abate Raynal, propugnador de la Independencia Americana; pasa a Tolón, Niza y Génova, donde recibe el nuevo año.

En 1789 realiza una visita especial al pueblo de Cogoletto, que él considera la tierra natal de Cristóbal Colón. Vuelve a Marsella; en Salon visita especialmente la Tumba de Nostradamus. Pasa por Arlés, Nimes, Montpellier, Béziérs, Narbona, Carcasona, Castelnaudary, Sorez, Toulose. Burdeos le llama la atención durante tres semanas. Toma la ruta de Nantes, Lorient, Brest, Saint-Malo, Cherburgo, Caen y El Havre. Por Rouen arriba a parís el 24 de mayo; allí entra en protección de la Embajada rusa. Espera retornar pronto a Londres; Por Chantillí, Senlis, Lille y Dunkerke, llega a Calais y Dover, donde se embarca para Londres. Así ha terminado su gira de investigación y estudios por más de cuatro años.

Ya en Londres se entrevista con el Embajador ruso, Voronzoff, el 18 de junio. El 14 de julio estalla la Revolución Francesa con la Toma de la Bastilla, lo cual significa el inicio de la segunda gran revolución de esa época. Se salva Miranda, en Agosto de ese año, de una celada para atraparlo, por parte de los funcionarios de la embajada de España; otra vez se vale de la protección rusa ya que el Embajador Voronzoff, demuestra que el venezolano estaba adscrito a la Embajada de Rusia. Miranda traba relaciones de amistad con importantes personalidades británicas durante todo ese tiempo.

Llega el año 1790, en el que se inicia la fase cumbre de la actividad revolucionaria y libertaria de Francisco de Miranda. Ese año a través de las personalidades que conoce logra una entrevista privada con el Primer Ministro Inglés, William Pitt, a quien le expone durante tres horas la conveniencia de que Inglaterra apoye la Independencia americana; Miranda es inteligente al acudir a la autoridad inglesa ya que España había ayudado a la independencia de las trece colonias norteamericana y ahora, por medio de su proyecto se le presentaba a Inglaterra la oportunidad, tanto de desquitarse de España, como de ampliar sus mercados con el ofrecimiento mirandino de tratados de libre comercio entre la América liberada y ese país. Luego de eso el Caraqueño le envió al Ministro Pitt un amplio memorial sobre la realidad de las colonias españolas que incluía un proyecto de constitución para los pueblos que se pensaba liberar. Tres meses después de la primera entrevista se reúnen nuevamente Miranda y el Primer Ministro Pitt para discutir pormenores de la empresa mirandina pues hay un peligro de guerra entre Inglaterra y España que finalmente termina en acuerdo, por lo que exclama Miranda “¡he sido vendido por un tratado de comercio con España!”

El año 1791 fue de espera, de relaciones sociales y de reclamos al Ministro Pitt, por su falta de apoyo a la empresa que Miranda se ha propuesto realizar. Miranda se da cuenta de la miopía política de Pitt y le pide la devolución de todos los materiales referentes a los proyectos de independencia que aquel le había presentado. Conoce el venezolano al Embajador Francés Telleyrand, por quien sabe detalladamente la situación de Francia. A mediados de marzo de 1792 Pitt le devuelve parte de los documentos; Miranda protesta a través de cartas, pero ha tomado la determinación de buscar el apoyo que le niega Inglaterra en la Francia revolucionaria, por lo que se dirige a ese país, que se encuentra en plena convulsión revolucionaria. Rápidamente, a través de cartas de recomendación entabla relaciones con personas importantes dentro del gobierno; conoce ministros, al Alcalde de París, Pétion, a diputados de la Asamblea como Brissot, Gensonné, Massenet, del partido girondino, pero pronto se da cuenta que la convulsión de Francia no le permite a ésta pensar en la emancipación de América por lo que se dispuso a volver a Londres.

Pero al querer marcharse el Alcalde Pétion le propone que se quede en Francia y se incorpore al Ejército Revolucionario, el cual está haciendo la defensa de la revolución frente a casi toda Europa, dominada por el absolutismo monárquico y por la nobleza feudal, que por ende ve en la revolución de Francia una amenaza para el estado de cosas del cual los monarcas y la nobleza son beneficiarios; El caraqueño duda, pues sabe como paga Europa a los Extranjeros, sin embargo le convence el alcalde diciéndole que “después Francia podrá pensar en América”. Acepta Miranda y se incorpora al ejército francés con el grado de Mariscal de Campo. Se lo comunica al embajador Ruso Voronzoff y éste a la Emperatriz Catalina II, quien se siente ofendida con esta decisión de Miranda y le retira todo su apoyo. El 6 de septiembre sale a incorporarse al ejército del norte, comandado por el General Dumouriez. El 20 de septiembre se da la batalla de Valmy contra el ejército invasor austro-prusiano; Miranda comanda la división del ala derecha del ejército. Los austro-prusianos fueron obligados a retirarse a la frontera y el comando de Miranda asumió tal brillantez que se ordenó su ascenso a Teniente General. Luego de esto es llamado a París para ser consultado sobre un proyecto de expedición al Caribe, a fin de fortalecer las posesiones de Haití y pasar luego a las posesiones españolas, a lo cual Miranda contesta con la presentación del plan que le dio a Pitt, sólo que ahora contemplando la actuación de Francia y Estados Unidos, más no la de Inglaterra. Este proyecto no llegó a realizarse.

Retorna al frente y se le confía el comando del ejército del Norte, con el que toma la ciudad de Amberes, lo cual constituye su segunda victoria en Francia. En 1793 Miranda asume el mando del Ejército en Bélgica, en donde se le ordena apoderarse de Maestricht, la cual sitia, pero ante la fuerte resistencia de los sitiados, el asedio queda anulado a los 10 días. También fracasa el General Le Noue en Aquisgrán. Doumoriez conspira contra la convención pues teme ser enjuiciado. En la siguiente batalla, en Neerwinden, fracasan Doumoriez, Miranda y Valence; las tropas de Miranda se desbandan; Doumoriez acusa a Miranda de la derrota ante el Ministro de Guerra, pero éste se defiende alegando que las operaciones han sido realizadas en contra de su opinión personal; por tanto el responsable es Doumoriez, a quien también acusa el caraqueño de preparar la traición a la República. Doumoriez se pasa al bando de los austriacos el 3 de abril, y en nueve sesiones, tras elocuente defensa del propio venezolano queda demostrada la inocencia de Miranda; Dicha sentencia fue celebrada por el pueblo que lo levantó en hombros a su salida del tribunal.

Pero los jacobinos toman el poder, con Robespierre, e inician la persecución a los girondinos; se inicia la era del terror, varios amigos de Miranda son guillotinados y él encerrado en la prisión de La Force durante año y medio con peligro de ser guillotinado en cualquier momento. Durante su estadía en prisión se dedicó a la lectura y a enviar inútilmente memoriales a la convención. En 1794 cae Robespierre y es guillotinado. Miranda exige su libertad sin ser escuchado, pues ahora se le acusa de ser agente del rey de España para el restablecimiento de los Borbones en Francia. Finalmente en 1795 sale en libertad, conoce por ese tiempo a Fouché y otros personajes. Publica un folleto donde expresa su “Opinión sobre la situación actual de Francia y sobre los remedios convenientes a sus males”, por lo cual se hace sospechoso ante las autoridades francesas del momento. A mediados de este año se encuentra en los salones de París con el joven general Napoleón Bonaparte, quien expresa, luego de la entrevista, que Miranda “es un Quijote que no está loco; tiene fuego sagrado en el alma”. Sin embargo cree el joven general que el caraqueño es un espía de España e Inglaterra. La convención, entonces, ordena su arresto pero Miranda se esconde y envía comunicaciones de protesta. Le apresan a fines de noviembre; luego le ponen en libertad, pero el ministro de policía, Fouché, pide su expulsión de Francia, por lo cual el venezolano se oculta y vive en la clandestinidad.

Le persiguen, le allanan su casa, protesta, se defiende a través de publicaciones en periódicos franceses. A finales de abril de 1796 el gobierno decide dejar de perseguirlo. El año siguiente Miranda recibe de todas partes de Latinoamérica emisarios que vienen a recibir instrucciones conspirativas, todos pertenecientes a la masonería. Celebra Francisco de Miranda reuniones secretas con ellos; desde allí dirige la gran revolución que se está organizando para la América. Se le persigue de nuevo; se esconde y decide retornar a Londres. El 22 de diciembre de 1797 los emisarios de América, en el Acta de París, confieren a Miranda el poder necesario para las gestiones encaminadas a lograr la Independencia de América con el apoyo de Inglaterra y los Estados Unidos. Parte entonces Miranda para Londres, y con esto se cierra otra etapa de su vida; ha participado activamente en la segunda gran revolución política de su época. Su nombre será colocado luego en el Arco del triunfo levantado en honor de los generales que hicieron posible la revolución.

El 15 de enero de 1798 llega Miranda a Londres y es recibido por el Ministro Pitt de una manera muy diferente; ahora se trata de un general victorioso del ejército francés. Se reanudan las negociaciones, durante las cuales entrega al ministro el Acta de París, que le confiere al venezolano la representación de América; presenta numerosos documentos nuevos, informes y un proyecto para un gobierno provisional. “Su plan es continental; su conciencia es continental; su revolución es continental” (Alfonso Rumazo González, 2001, p. 368). Por ese tiempo tuvo como discípulo a Bernardo O’Higgins, futuro libertador de Chile, a quien envía desde Londres a América en Calidad de emisario de la revolución.

En 1799 publicó la “Carta a los españoles americanos” del exjesuíta peruano Juan Pablo Viscardo, muerto el año anterior; se trata de una carta incendiaria contra España. Napoleón da el golpe de estado del 18 brumario (9 de noviembre) y toma el poder de Francia como Cónsul. Este hecho tiene serias consecuencias en los planes mirandinos, pues a partir de ese momento Inglaterra empezará a ocuparse sólo de Francia. Por ese mismo tiempo el viejo amigo de Miranda, General Juan Manuel Cagigal, le escribe desde España para informarle que ha sido declarado inocente de las acusaciones que pesan sobre él desde hacía dieciséis años, y que en adelante se le considera un fiel vasallo de su majestad el rey de España; pero ya no había nada que hacer, pues ya hacía años que Miranda había renunciado, ante el mismo rey Carlos III, a la nacionalidad española y asumido la nacionalidad americana, que él estaba dispuesto a construir.

No recibe Miranda la respuesta tan esperada de parte del Primer Ministro Pitt, pero no se detiene; está decidido a realizar su propósito de independizar la América, y por ello en 1800 piensa en dirigirse a Francia buscando una nueva ruta para realizarlo. La nueva oportunidad es la del Cónsul Napoleón –que no la de Francia que tanto a cambiado desde 1792– con cuya ayuda se puede realizar la independencia americana. En tal sentido envía al neogranadino Pedro de Vargas a París, quien deberá entregar, si es posible personalmente, una carta “Al ciudadano Primer Cónsul Bonaparte”, en la que solamente expone Miranda su reclamo de los honores y dinero que la república de Francia le adeuda. Gestiona Miranda los correspondientes permisos para salir desde Londres hasta París y, difícilmente, los consigue; su verdadero propósito no es el de reclamar lo que Francia le adeuda sino el que desde hace diecisiete años le anima, como lo es la Independencia de Hispanoamérica. Por aquel tiempo toma a su servicio a la Inglesa Sara Andrews, con quien posteriormente tendrá dos hijos.

Parte para Francia, llegando inicialmente a Amberes, y allí, por medio de una carta de la viuda de Pétion se informa que Napoleón a autorizado su visita. Entonces por precaución le escribe al Ministro de la Policía, Fouché, y le comunica que se ha dirigido a Napoleón. Lega a París el 28 de noviembre y su primera precaución es dirigirse a Fouché para informarle que se tomará el tiempo necesario para reclamar lo que el gobierno francés le adeudaba, y que luego partiría a los Estado Unidos. Sin embargo el sombrío Ministro de la policía ordenó su arresto, así como el secuestro de todos sus papeles pero sin producir escándalos. La policía procedió a vigilarlo en espera del mejor momento para apresarlo. Durante ese tiempo el venezolano hizo vida social, entrevistándose con las muchas amistades que poseía en la ciudad, se reencontró con su viejo amigo, el Coronel Smith, almorzó con el General La Fayette, y a los tres meses (1801) se cumplió la orden de arresto dictada contra él, siendo encerrado en El Temple bajo la acusación de espionaje y sometido a interrogatorios sobre su relación con el gobierno Inglés, a lo que respondió que el motivo de ella era la libertad e independencia de América, semejantes a la que Francia había ayudado a alcanzar a los Estados Unidos.

Pero España era, en ese momento, aliada de Francia por lo que el proyecto de independencia auspiciado por Miranda disgustó a las autoridades francesas, entonces, aunque salió en libertad, Fouché ordenó su expulsión del país, por lo que el caraqueño hubo de regresar a Inglaterra. En su paso hacia este país, se detuvo un mes en Holanda, y a finales de abril estaba de regreso en Londres; Allí encontró que Pitt había caído, siendo reemplazado en el ministerio por Addington. A través de su viejo amigo Turnbull se pone en contacto con Nicolás Vansittart, Secretario Adjunto del Departamento del Primer Ministro, quien se volverá uno de los mejores y más leales amigos de Miranda, y a través del cual se realizarán las nuevas conversaciones entre el caraqueño y el gobierno británico.

El gobierno Inglés de Addington recibió de parte de Miranda una documentación sustancialmente superior, en forma y contenido, a la que once años antes había recibido el ministro Pitt: además de los viejos documentos, ahora estaban incluidos un Proyecto de Gobierno Provisional correspondiente únicamente al tiempo de guerra, uno de Gobierno Constitutivo, una Proclama “A los pueblos del continente colombiano, alias Hispanoamérica”, una lista de material para la revolución dentro de los que se cuentan armas, equipos de transportes para una expedición de 15.000 hombres, dos imprentas, etc.; ha creado la bandera tricolor, pues incluye la lista “diez banderas con los colores de la divisa: rojo, amarillo y azul”. Cabe destacar que en el proyecto de Gobierno Provisional se contemplaba que a los ayuntamientos de las ciudades se les agregaría gente indígena y de color; la libertad de importar y exportar carecería de limitaciones e impuestos; no habría nada de impositivo para los indios y desaparecería “el odioso Tribunal de la Inquisición”. Así mismo el Proyecto de Gobierno Constitutivo estatuía que se diese “a cada indio que no tenga propiedad suficiente, diez fanegadas si es casado, y cinco si es soltero”, es decir, que ya por aquel tiempo se estaba estableciendo la necesidad de la justicia social a los más desfavorecidos por el tiránico orden feudal.

Pero la alta política ha estado operando en Europa, y por obra de la hábil diplomacia napoleónica, Francia, Inglaterra, España y Holanda firman un tratado de paz en Amiens, en marzo de 1802. Esto echa por tierra, una vez más, los avances que se habían logrado con el gobierno británico, pues la fórmula de la política inglesa era no atacar a una nación que se declarara neutral, como lo había hecho España. Miranda llega a decir por esos días que el suceso de la firma del tratado de paz lo había “sumido en un espantoso estado de desolación e incertidumbre”. Sin embargo Inglaterra no había abandonado por completo los planes mirandinos sino que, aunque en pequeña escala, por orden del gobierno británico la firma Turnbull y Forbes había realizado compras y gastos por 21.000 libras en mapas, tipos de imprenta, anteojos, soportes para banderas; que son los primeros pasos hacia una empresa marítima.

Por su parte Miranda, ya en 1802, se consagró al estudio del griego y leyó los clásicos de Grecia en su idioma original, al tiempo que intensificaba su correspondencia con los revolucionarios que tenía contactados en toda América, y con los cuales venía concertando la futura independencia. Mientras tanto la política internacional seguía tejiendo el curso de los acontecimientos, y España, en ese momento neutral, fue obligada por Napoleón a devolver a Francia los dos millones y medio de kilómetros cuadrados de la Luisiana (Estados Unidos) que en ese momento estaba en posesión española, pero que habían sido conquistados inicialmente por franceses; una vez readquiridas esas tierras, las vendió al gobierno norteamericano en quince millones de dólares con los que preparó naves de guerra para invadir a Inglaterra.

Los Ingleses, cuando lo creyeron conveniente desconocieron al Tratado de Amiens y ocuparon la isla de Malta, a lo que Napoleón respondió que si los ingleses “son los primeros en desenvainar la espada, yo seré el último en volverla a la vaina”, convirtiéndose ese momento en el inicio de un nuevo lapso de guerra que durará en Europa más de diez años. Estos acontecimientos reencendieron el optimismo de Miranda, quien, al escribirle al premier Addington, le increpa diciéndole que las circunstancias del momento, incluida la sesión de Luisiana a Estados Unidos, eran favorables para la ejecución de la empresa, y concluye diciéndole: “Prefiero la decisión menos favorable, a la más plausible y ventajosa de las dilaciones”. A todas estas, España todavía es país neutral; finalmente Inglaterra decide reservarse para auxiliar más adelante la empresa de Miranda, y éste decide enviar a Pedro Vargas, compañero de la independencia que se encontraba en aquel país, a Trinidad a fin de finiquitar las cosas para iniciar la independencia por propia cuenta de los Americanos. Miranda debía, entonces, partir un mes después hacia la misma isla con un barco armado y equipado con lo necesario para tal fin.

Por esos días ocurre algo totalmente nuevo en la vida de Miranda, pues su ama de llaves, Sara Andrews, le dio un primogénito el 9 de octubre de 1803, al que se le dio el nombre de Leandro. Desde Trinidad Pedro Vargas le comunica, movido más por el entusiasmo que por un análisis real, que las colonias americanas están ansiosas y en espera de la insurrección, contándose con el apoyo de los terratenientes, de las milicias y con la mayoría del país. Miranda se muestra optimista y todo lo dispone en función de la lucha que viene organizando y que ahora promete coronar con la victoria. Debería salir este en un lapso de veinte días, y ya había ordenado a sus contactos en Estados Unidos el envío de dos embarcaciones con cuatro mil fusiles y municiones, así como doscientos hombres; no obstante el contacto en Nueva York no actuó.

Miranda no se rendía; seguía presionando, protestando ante la falta de visión de la alta política de Inglaterra. Llega un nuevo año y el 10 de mayo de 1804 Addington se ve obligado a dimitir de su cargo al frente del gobierno; desde el parlamento, Pitt ha sido el encargado de producir la caída del gabinete, pues a denunciado que frente a los preparativos napoleónicos de invadir Inglaterra –1300 barcos concentrados en Boulogne–, nada había hecho el gobierno. El venezolano, siempre tenaz, empieza de nuevo. De inmediato le escribe a Pitt, quien vuelve al frente del gabinete. En la carta, Miranda expresa el peligro de Napoleón en América y la necesidad de iniciar cuanto antes su necesaria independencia. Para confirmar el peligro que significaba Napoleón, éste se corona Emperador de Francia el 18 de mayo. Miranda insiste con Pitt, demostrando que estaba decidido a llevar a cabo su cometido con la ayuda británica o sin ella; en esta nueva ocasión el venezolano reafirma su petición de auxilios a Inglaterra o en su defecto el permiso para dirigirse a la Isla de Trinidad, donde esperaba el resto de los hombres dispuestos a participar en la empresa independentista.

Por su parte, el premier Pitt, estaba ocupado en otra empresa, también grande, como lo era organizar la Tercera coalición contra la Francia napoleónica, por lo que no podía dirigir su atención a las nobles pretensiones de Miranda. Pero desde Madrid llega Hookham Frere, embajador de Inglaterra en España, con las pruebas de que esta última se estaba armando contra la Inglaterra. Entonces, reunido de emergencia el gabinete, se ordena al Almirante Cochrane el bloqueo del puerto español El Ferrol, y al almirante Cornwallis que se una al primero para atacar las cuatros corbetas que se dirigen de América a Cádiz, cargadas de oro y plata, acción que se produce el 5 de octubre con la consiguiente rendición de la pequeña flota española, sin que España responda militarmente a esa provocación, cosa que hubiera beneficiado a Miranda en su proyecto emancipador.

Miranda, por su cuenta se entrevista con el primer lord del Almirantazgo Inglés, Melville, con quien discute un plan de ataque modificado para la América, que ahora se dirige a la totalidad del continente en su parte hispánica. Melville insta al gobierno a que actúe sin que este de la respuesta esperada, hasta que el 12 de diciembre de 1804 España le declara la guerra a Inglaterra; era lo que se esperaba. Miranda escribe ansioso a sus corresponsales anunciando la proximidad de lo tan ansiosamente esperado –la incursión contra España en América– pero lo que él también sabe es que esta declaratoria de guerra puede significar un revés a sus planes pues unidas las flotas españolas con las francesas implicaban para Inglaterra la necesidad de concentrar todas sus fuerzas para atender el peligro de desembarco de tropas enemigas en sus tierras, que tanto había temido hasta el momento.

Así se fue el año 1804, y encuentra el nuevo año a un Francisco de Miranda más decidido que nunca a llevar a efecto lo planeado durante tantos años. Escribe por última vez a Melville y le hace entender que no esperará más, por lo que pide la autorización para que algunos militares de alto rango preparen las armas y el cuerpo previamente aprobado para las acciones de independencia, cosa que no llega a hacerse. Antes de partir organiza adecuadamente su archivo, que viene recopilando desde el momento de embarcarse para España, cuando tenía veinte años; redacta su testamento, siendo beneficiarios su ama de llaves y su hijo natural, Leandro; el Ayuntamiento de Caracas, al que dejaba los libros y el archivo y la Universidad de Caracas, que recibiría los libros clásicos griegos (49 obras, en 126 volúmenes). Pitt otorgó el permiso de salida a Miranda, pero había dispuesto que el caraqueño no procediera en nada, en Trinidad, sin el consentimiento del gobernador de aquella isla. Es importante señalar que el premier Pitt, por aquellos días, expresó respecto a Miranda: “Si el dinero fuera de consideración para con él, lo detendríamos a toda costa; mas sus pensamientos son tan por encima de ello, que sería inútil el pensarlo”.

Decidió entonces, el caraqueño, no partir hacia Trinidad sino a los Estado Unidos, embarcándose el 2 de septiembre en el “Polly”, acompañado de su secretario Tomás Molini; Miranda sabe con precisión a qué va a Estados Unidos. Mientras iban por alta mar, se produjo en Trafalgar, entre Cádiz y Gibraltar, una gigantesca batalla naval entre las flotas unidas de Francia y España contra las de Inglaterra, comandadas por el célebre Almirante Nelson, que ya había derrotado a Napoleón en el Mediterráneo. El choque terminó en victoria para Inglaterra y sus consecuencias fueron importantes, tanto porque supusieron la eliminación de las flotas españolas, por lo que España no podría enviar tropas al continente americano cuando se produzcan los primeros acontecimientos de la independencia, como porque esta batalla acabó con todas las aspiraciones napoleónicas de invadir Inglaterra.

Después de dos meses de travesía, el 9 de noviembre de 1805 llega a Nueva York, donde se encuentra con su amigo, el Coronel Smith, que al día es Inspector de ese Puerto. Éste le presenta al comerciante Samuel Obden y al marino Comodore Lewis, que serán piezas importantes al momento de la acción mirandina. En Filadelfia, rumbo a Washington, se encuentra con el ex vicepresidente Aaron Burr, quien al enterarse de los planes de Miranda, traicioneramente los informó al representante de España, Marqués de Casa Yrujo. Ya en Washington, el ex senador por New Jersey, también informó a Yrujo de cuanto pudo averiguar respecto de los planes de Miranda, por lo que se ordenó la vigilancia al caraqueño, al tiempo que, por medio de este Yrujo, supo el gobierno español de la expedición mirandina con suficiente anticipación.

Miranda cuenta, en Estados Unidos, con suficiente prestigio, lo cual le permite entrevistarse con el presidente norteamericano, Thomas Jefferson, quien, al igual que otras personalidades como senadores y ministros, le hacen saber las buenas relaciones de Estados Unidos con España –están en deuda ya que España colaboró en la Independencia de las trece colonias– por lo que nada puede hacer oficialmente aquel gobierno para con sus planes libertarios, a no ser un silencio cómplice. Miranda sigue operando por su cuenta; con el aporte del comerciante Obden, de 20000 dólares, y de otras personas (2.500 dólares cada una) adquirió un buque de 180 toneladas, al que bautizó con el nombre de su hijo “Leander”, y dos pequeñas embarcaciones: “Indostán” y “Emperor”, de lo cual informa Yrujo a las autoridades españolas de Cuba y Venezuela. Las tres embarcaciones son equipados en el puerto de Nueva York con suma discreción, pero se trata de un secreto muy difícil de guardar. Son reclutados, de entre la gente del puerto y con promesa de buen salario y recompensas especiales, voluntarios para la acción, aunque también hay voluntarios entusiastas como el hijo del propio Coronel Smith y un grupo de sus amigos, amantes todos de la libertad; una vez a bordo se impuso una disciplina militar estricta para evitar sublevaciones.

Llega el 1 de febrero de 1806, y se inicia la hazaña con la partida del “Emperor”. Miranda, a borde del “Leandro” parte un día después, el 2 de febrero; el “Indostán” no viajó. Pero Yrujo, enterado de todo esto, lo comunica a Venezuela, Cuba, Puerto Rico y Madrid. Después de diez días de navegación, el “Leandro” fue interceptado por la Fragata inglesa “Cleopatra” pero Miranda presenta los documentos de la prestancia del venezolano en la corte de Londres, por lo que es tratado como amigo. Allí se entera de que ha muerto el premier Pitt. Después de algunas negociaciones prosiguió hacia Haití, al puerto de Jacmel, al cual llegó contando con una tripulación constituida ya en Ejército Colombiano”, o sea “Americano”.

Durante treinta y ocho días en Jacmel, funcionó por primera vez la imprenta que había comprado el caraqueño, imprimiéndose con ella las proclamas que luego se necesitarán. Por esos días (27 de febrero) Sara Andrews dio a luz al segundo hijo de Miranda y es bautizado con el nombre de Francisco. El 12 de marzo (1806), a bordo del “Leandro”, se iza la bandera mirandina y se toma juramento a la tripulación como oficiales del Ejército Colombiano. Como el “Emperor” no quiere proseguir, se fleta la goleta “Bee” y luego, con la ayuda de las autoridades locales, se compra la goleta “Baccus”, volviendo a ser tres los barcos de la hazaña.

Parte Miranda rumbo a Aruba el 28 de marzo de 1806 ( fecha de su cumpleaños cincuenta y seis). Lega a aquella isla y después de una semana de preparativos las tres embarcaciones zarpan rumbo al primer intento de desembarco en tierra continental venezolana, el cual se intentará por el puerto de Ocumare el 27 de abril. Estando informadas ya las autoridades españolas de las intensiones de desembarco, se habían dispuesto las medidas necesarias y antes de llegar a Ocumare, le salieron al paso dos buques de guerra españoles, con los cuales se enfrentaron las naves mirandinas y, tras cuarenta minutos de combate, debido a la superioridad de los buques españoles hubo que emprender la retirada pero las dos goletas fueron atrapadas, escapando sólo el “Leandro”. Los prisioneros fueron condenados, unos a muerte y otros a prisión y trabajos forzados.

Miranda ha logrado escapar y se dirige a Trinidad, pasando por Bonaire. El acontecimiento de Ocumare es utilizado por los españoles civiles y eclesiásticos, autoridades, ejército y burocracia, para desacreditar a Miranda en todo el país; se dice que “el traidor Miranda había intentado desembarcar con protestantes para implantar un credo hereje”, es decir, se utiliza esa herramienta tan a gusto para las oligarquías y demás sectores reaccionarios de utilizar artilugios religiosos para desacreditar las revoluciones. En la ruta a Trinidad el “Leandro” fue interceptado por la corbeta inglesa “Lilly”, comandado por el capitán Donald Campbell, quien le reabasteció de agua y víveres, le confirmó la muerte de Pitt y el nombramiento de Grenville como primer ministro. Luego, las dos embarcaciones se dirigieron a la isla de Granada, donde halló Miranda buena acogida, por ser considerado un verdadero amigo de Inglaterra.

De allí pasó a la isla de Barbados, donde inicia amistad con el almirante inglés Alejandro Cochrane, cuya decisión por la independencia iberoamericana quedará demostrada en distintas oportunidades (Comandante de la armada chilena durante la Guerra de independencia, y ayudó, junto con San Martín a la emancipación de Brasil). Cochrane ofrece su apoyo al venezolano y firma con este un “Acuerdo provisional” por el que se compromete a dar auxilios a la empresa independentista a cambio de preferencias y privilegios al comercio inglés, una vez lograda la liberación americana. Con estos auspicios, a Miranda se le autoriza para que reclute voluntarios, y se le ofrece inmediatamente la protección de las fuerzas navales británicas contra posibles ataques de la armada española. Cochrane hace la petición a su gobierno de 5.000 soldados para la empresa, en la que subraya la importancia de abrir nuevos mercados para el comercio inglés. Miranda, por su parte, se dirige a su amigo Vansittart, que ahora figura en el gabinete británico, para que este utilice su influencia de modo que se lograra lo pedido.

Sale de allí para la isla de Trinidad, donde se le recibe con deferencia, dados los buenos oficios de Cochrane. Miranda tiene libertad para el reclutamiento de voluntarios y le son asignados para su empresa, siete buques de guerra y dos de transporte, que junto al “Leandro” suman diez embarcaciones. Parten entonces para Venezuela los diez barcos con trescientos efectivos para el desembarco; en el camino se les une la fragata “Bacchante”, con lo que se llega a once embarcaciones. El objetivo es el puerto de la Vela de Coro, al que llegan el 1 de agosto de 1806. Se produjo el desembarco pero los habitantes, tanto del fuerte, como de las poblaciones cercanas abandonaron sus casa en busca de refugio, pues las calumnias levantadas respecto del fallido intento de desembarco por Ocumare, habían hecho efecto en la gente del pueblo; solo se quedaron los pocos partidarios con que se contaba en aquellos lugares, algunos curiosos, ancianos y enfermos. Los expedicionarios llegaron hasta la ciudad de Coro; no encontraron resistencia, pues las autoridades habían adelantado una campaña de terror, donde Miranda aparecía como pirata, hereje, condenado por la inquisición, ateo, masón, monstruoso general despiadado, etc.

La proclama de Miranda es distribuida por toda la coudad, pero nadie acude al llamado, pues no había suficiente conciencia como para comprender que el llamado era el de la libertad. Trescientos años de esclavitud terminan por arraigar en el espíritu colectivo la vocación servil. Miranda comprendió el momento y para brindar seguridad y dar fe de su “moderación y afecto a mis compatriotas y paisanos –dice Miranda– hemos resuelto retirar de la ciudad de Coro el corto número de tropas que habíamos hecho venir a ella”. Luego de algunos enfrentamientos con tropas españolas, se produjo el reembarqué el 13 del mismo mes de agosto; ha perdido 62 hombres, y millares de venezolanos celebran el desenlace. Sin embargo, ha quedado demostrado que se puede desembarcar en tierras continentales con bastante posibilidad de éxito, y por añadidura, se ha dado el primer paso de la guerra de independencia americana. Este primer paso le correspondió darlo a Francisco de Miranda.

Se dirige a Aruba, luego a Barbados y llega a Trinidad el 8 de noviembre. Allí se aloja en una hacienda, propiedad de Cochrane y escribe solicitando auxilios militares que no llegan ni de Estados Unidos ni de Inglaterra. Al cabo de casi un año, decide retornar a Londres, con su secretario Molini. Regresa entonces a Inglaterra, donde es recibido triunfalmente. El 1 de enero de 1808 llega a su casa en Londres y conoce a su segundo hijo, Francisco. Pero no se detiene; hay una fijación en su mente y no va a descansar hasta lograrla. Se ve enseguida con los ministros y demás autoridades, quienes le reciben de buen grado, pues han visto de lo que es capaz. En esos días Napoleón invade España y obliga tanto a Carlos IV como a su hijo Fernando VII a abdicar a favor del emperador francés; entonces Miranda se comunica inmediatamente con todos los cabildos de América para que se constituyan en poder independiente. Sigue presionando el caraqueño ante el gobierno inglés para que auxilie la revolución americana y logra convencer al gabinete, que ya había nombrado al General Arthur Wellesley para comandar la expedición con la armada que se encontraba en Cork, cuando los sublevados españoles contra Napoleón y su Hermano José, al momento designado rey de España, pidieron auxilios a Inglaterra. Entonces se ordena que las fuerzas destinadas a la libertad americana se dirijan a España; es obvio que a Inglaterra le interesa más acabar con napoleón que cualquier otra empresa internacional.

Otra vez la ayuda inglesa es echada para atrás, pero el caraqueño no se rinde sino que dirige su presión directamente sobre los americanos. Ya en 1809, al parecer, la presión de Miranda sobre la América para que se formen Juntas de Gobierno, empieza a dar resultados, formándose las Juntas de Chuquisaca y Quito. El año 1810 es el de la insurrección general en América; hay Juntas de Gobierno por todas partes. La ciudad de Caracas se alza rebelde el 19 de abril, sustituyendo al Gobernador Emparan por una junta de gobierno. Desde Buenos Aires se difunden a toda América los documentos mirandinos a favor de la independencia. La Junta de Caracas envía a Londres tres comisionados: Simón Bolívar, Luis López Méndez y Andrés Bello, los cuales tienen por misión lograr el reconocimiento y apoyo del gobierno Inglés; Miranda es el introductor dadas las relaciones y la influencia que su prestigio le he otorgado en aquel país. Los comisionados tenían orden de guardar distancia con el revolucionario Miranda, pues que la Junta de Caracas todavía se decía defensora de los derechos de Fernando VII, pero Bolívar, que estima y admira a Miranda le convence a éste para que retorne a Venezuela. Ya en Venezuela se le nombra presidente de la “Sociedad Patriótica”, que es la fuerza política de mayor claridad, la que abiertamente auspicia la independencia definitiva respecto de España, sea quien sea el rey de turno, y además la Junta Patriótica, dada su vasta experiencia militar, le nombra Teniente General de los ejércitos de Venezuela.

El 2 de marzo de 1811 se instala el Congreso Constituyente y Miranda concurre como diputado por la población de El Pao, desde esa posición se encarga, con encendidos y lúcidos discursos (no hay contradicción) de introducir la ideología revolucionaria e independentista en el congreso, apoyado a su vez por la “Sociedad Patriótica”, donde se encuentra Bolívar y el resto de los revolucionarios. El congreso, y Miranda tuvo mucho que ver, declara la independencia de Venezuela el 5 de julio; el nombre de este caraqueño ilustre aparece entre los firmantes. Gran parte de la constitución es obra suya, sin embargo se adopta el sistema federal del cual Miranda no es partidario pues conoce las debilidades que esto le imprimirá a Venezuela; se adopta la bandera tricolor por el creada. Valencia se declara contra la independencia y Miranda al Frente del ejército la somete militarmente y propone que sigan las operaciones contra Coro y Maracaibo, que también se han declarado contra la independencia, pero se niegan los mantuanos en Caracas. Podría decirse que aquí comenzó el bochinche, pues de haber seguido las sugerencias mirandinas se hubiera controlado la contrarrevolución ya que en aquel momento se contaba con la fuerza necesaria, al tiempo que Coro y Maracaibo no contaban con suficientes recursos como para rechazar al ejército revolucionario.

Se reincorpora Miranda al congreso y firma la nueva constitución, no sin dejar constancia de sus objeciones, el 21 de diciembre. Ya en 1812, el 23 de febrero, contra la opinión de Miranda, el Congreso se traslada a Valencia, designada como la nueva capital federal. El 12 de marzo se produce un gran terremoto, con miles de pérdidas humanas; el clero y los promonárquicos utilizan el hecho para amedrentar a la población, diciendo que se trataba de un castigo divino por haberse revelado contra el rey. Hay descontento general, indisciplina en el ejército, las tropas de Miranda se pasan al bando contrario en pleno combate (más bochinche), hay sublevaciones. Miranda, que ya es Generalísimo, recibe facultades extraordinarias, de parte del ejecutivo, cuando ya hay poco que hacer (sigue el bochinche). A fines de abril nombra al Coronel Bolívar comandante de la plaza de Puerto Cabello, donde está almacenado el grueso del arsenal militar, pero Bolívar es traicionado y pierde la plaza frente a las tropas comandadas por el General español Domingo Monteverde, que viene desde Puerto Rico a detener la independencia americana.

Monteverde recibe apoyo de gruesos sectores de la población; su fuerza crece al tiempo que disminuyen las de la República. Miranda intente disciplinar al ejército, y con todo, recibe críticas. Monteverde avanza; es inevitable su victoria. Finalmente se celebra en la Victoria una Junta que autoriza a Miranda a capitular; y se firma la capitulación el 25 de julio de 1812. Miranda, por medio de la capitulación, ha tratado –sin lograrlo pues Morillo pronto incumple con lo acordado– de que se respeten las vidas y propiedades de los republicanos. Intenta huir, desde La Guaira, pues espera continuar la lucha desde la Nueva Granada donde cuenta con el apoyo de Nariño, que ya está adelantando la lucha por esos territorios. Pero algunos oficiales, no comprendiendo la actitud del generalísimo, le consideran traidor y para castigarle le entregan a las autoridades españolas; quedó asentado para la historia la frase de Miranda al ser notificado de su arresto: “Bochinche, bochinche, esta gente no sabe hacer sino bochinche”, que no es más que el reflejo de la falta de voluntad entre lo cuadros de la revolución de organizarse para la lucha, y de dejar los intereses mezquinos abrazando los sagrados intereses de la patria.

El Generalísimo, es encarcelado en el castillo de San Carlos, en la Guaira, donde se le retiene por tres o cuatro meses; de allí le trasladan a las mazmorras del castillo de San Felipe, en Puerto Cabello. En 1813 es trasladado a la fortaleza del Morro, en Puerto Rico, y a finales de ese mismo año es trasladado y encerrado en la Carraca de Cádiz, España. No se detiene; nunca lo hizo. Desde allí intentó ser escuchado por las restituidas autoridades españolas, y al no lograrlo, organiza, con la ayuda de viejos amigos como Turnbull, su huida de esa prisión. Se fija la fecha de la huida para el 11 de marzo de 1816, pero se pospone por enfermedad del venezolano, que ya cuenta sesenta y seis años. El 25 sufre un ataque de apoplejía; se celebran, con el dinero destinado a la fuga, juntas médicas para atenderle, pero no hay esperanzas... El 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla, como para reafirmar el sentido de libertad que le dio a su vida, fallece Miranda a la una de la madrugada. Pero este venezolano ha participado ahora en la última de las tres grandes revoluciones de la época; de hecho, se puede decir que la inició. Se ha convertido en el primer y más universal de los latinoamericanos.

Ha caído Miranda, pero ya ha logrado lo que era fijación en su mente. Su acción fue la llama que encendió la pradera; la llama mirandina, que es continental, es asumida brillante y valientemente por Simón Bolívar, quién culminará la obra y se coronará con el título de Libertador. No hay que olvidar entonces que fue Miranda el que imprimió el carácter continental de la revolución con su visión de una Colombeia grande, en honor de la cual el Libertador intentará construir el sueño de una Colombia grande, es decir de una América Latina Unida y fuerte.


Fuentes

EGEA L., Antonio: El pensamiento Filosófico y Político de Francisco de Miranda. Academia Nacional de la Historia, Caracas 1983.

Fundación Polar: Diccionario de Historia de Venezuela volumen II. Caracas-Venezuela, 1988, p 939-943.

GÓMEZ, Carlos A.:Francisco de Miranda 1750-1816. PANAPO de Venezuela C.A. 1996.

MIJARES, Augusto: Biblioteca Simón Bolívar tomo I: El Libertador. Editorial Cumbre, S.A. 1976.

RUMAZO G., Alfonso: 8 Grandes Biografías tomo II: Francisco de Miranda. 2ª edición. Ediciones de la Gobernación del Estado Sucre, 2001.

PICÓN-SALAS, Mariano: Miranda. Aguilar, México, 1955