Imaginemos por un momento que la oposición venezolana amara a la
patria y estuviera realmente convencida de que la Constitución de la
República contiene el modelo de sociedad al que debe aspirar el
pueblo de Venezuela. Imaginemos que se pronunciaran y tomaran
medidas para que los propietarios de cadenas de distribución de
bienes, insumos y servicios no los escondan para especular económica
y políticamente contra la población y el gobierno.
Imaginemos que defendieran la soberanía nacional y le exigieran al
Gobierno Norteamericano que no se inmiscuya en nuestros asuntos
internos ya que los venezolanos y venezolanas contamos con leyes y
mecanismos de acción para arreglárnoslas por nuestra propia cuenta
(que de eso trata la soberanía). Imaginemos que ante la
especulación cambiaria y su secuela de daños contra nuestra
economía, los partidos de oposición salieran a educar a la
población para no incurrir en conductas individualistas que afectan
al colectivo nacional, formando parte del mecanismo perverso que
encarece la vida de nuestro pueblo.
Imaginemos que ante la denuncia de posibles actos de terrorismo e
intentos de golpes de Estado, la oposición se preocupara por
preservar el hilo constitucional y se sumara a las voces que exigen
que los implicados respondan ente la justicia. Imaginemos que la
oposición mirara los programas sociales de la revolución con ojo
verdaderamente crítico, para señalar sus reales fallas en lugar de
cuestionar la existencia misma de los programas destinados a
redistribuir justamente nuestra renta nacional y alcanzar la justicia
social.
Imaginemos que los sectores de las clases pudientes, que marcan la
línea de pensamiento y acción de los partidos de oposición, no
odiaran tanto al pueblo, y que liberados de ese odio se preocuparan
por el bienestar de toda la colectividad nacional en lugar de
preocuparse únicamente de sus ganancias. Aquí vale la pena
recordar que en los años de revolución los ricos se han hecho más
ricos y la inmensa mayoría de las familias pobres han logrado salir
de la pobreza extrema, pero las clases pudientes no pueden aceptar
una fórmula de ese tipo. Solo aceptan esquemas donde ellos se hacen
cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
En 16 años de revolución nunca hemos observado nada de lo imaginado
en estas reflexiones y ello se debe sencillamente a que la dirigencia
opositora venezolana ni cree en la constitución ni se preocupa por
el bienestar del pueblo ni quiere la soberanía e independencia
nacional ni aman al pueblo, pues si lo hicieran serían chavistas y
estarían trabajando por la consolidación del Proyecto Nacional
Simón Bolívar. Así que deberíamos dejar de desear tener una
oposición patriota y entender que su papel es derrocar la revolución
a como dé lugar, por lo que el papel de los revolucionarios debe ser
seguir luchando por el socialismo, profundizar las medidas enrumbadas
a la justicia social y derrotar tanto en las urnas electorales, como
en la economía y en las calles a esa derecha que tanto odia al
pueblo.